T R E S

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—¿Evan? —susurró la chica

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—¿Evan? —susurró la chica.

¿Me sintió? ¿Percibió mi presencia? ¿Me escuchó? Mil preguntas se arremolinaban en mí justo en ese momento. Nada más entrar y verle la cara en la penumbra del lugar, hizo que de despertara. Yo la desperté. Sin embargo no encontré explicación de ese suceso. Sólo supe que Catalina me había cautivado, algo había en ella que la hacía diferente a cualquier otra persona con la que hubiera tratado antes.

Entonces encendió la luz, asustándome por completo como si realmente pudiera verme, así que salí de la habitación con la intranquilidad recorriendo mi ser. Eso no suele pasar seguido por eso me causaba tanta intriga saber qué había de especial en ella. Cuando sentí que apagó la luz, entré de nuevo. Estaba con su mirada en el techo, su grado de temor era algo perceptible; su respiración estaba muy acelerada y estaba sudando. Me negaba a pensar que era por mi causa.

Me ubiqué sobre ella, quería verla de cerca; observé con detenimiento cada parte de sus facciones, cada parte que estaba al descubierto de su cuerpo; físicamente no tenía nada excepcional a comparación del resto de las personas pero había definitivamente algo en ella, en su aura que me atraía. Decidí imponer distancia para tratar de encontrar una teoría factible, me acomodé junto a su cama, sin mirarla ni tocarla. Sólo pensando.

Entonces sentí que había vuelto a quedarse dormida; giré a mirarla y su pecho ya estaba moviéndose a ritmo normal, con su respiración pausada y el gesto de calma en su rostro. Fue ahí donde tomé la peor decisión.

Como si me hubieran impuesto una imagen a la fuerza, llegó a mi mente el mito la irrupción de sueños; mi consiente supuso que lo que me ataba a ella era algo de su personalidad, no de su físico, así que antes de poder entrar en razón y ver las verdaderas consecuencias de mis actos; junté la magia que estaba en mi ser, la que tenemos todos nosotros y repasando lo que había escuchado de aquel mito, me adentré en su mente.

La sensación fue muy extraña, sentí lo que era tener un cuerpo de nuevo, un corazón latiendo, unos pulmones buscando aire. Sabía que era solo la subconciencia de Catalina, pero era lo máximo sentirse... vivo.
En ese momento me pregunté porqué ningún guardián lo hacía, porqué no lo intentaban para volver a tener esas sensaciones que se pierden cuando pasamos a este lado.

La realidad que podía percibir en ese momento me abrumó y caí sentado en la cama del lugar, no había notado que era la misma habitación en donde reposaba Catalina en el mundo real, solo me dejé caer para canalizar un poco ese sentimiento.

Entonces escuché de nuevo su voz.

—¿Amor? —exclamó.

Al reconocer su tono de voz y el apelativo que usó, supuse que estaba teniendo un sueño con ese chico, su novio, el que perdió. La razón de que estuviera allí con la intención de ayudarla.
Me sentí repentinamente como un entrometido que se cuela en los sueños de la chica que debe cuidar, me sentí mal, así que no levanté la cabeza; igual supuse que tampoco podía verme, esto —según yo— era como ser un fantasma pero dentro de la subconciencia de otro. Entonces me sorprendió al tocarme un hombro.

Era real, me estaba tocando, sentí el calor de su mano allí donde hizo contacto con mi piel.

El corazón que en ese momento tenía, empezó a latir con mucha fuerza y los nervios crecieron desde mi —nuevo para mí— estómago. La incredulidad se plasmó en cada parte de mi ser, a la vez que la curiosidad por saber por qué me llamaba a mí como si fuera su ser querido.

—¿Puedes verme? —la voz me salió totalmente diferente a la mía, esa era más gruesa y ajena a mí.

—Sí, Evan, te veo —respondió. Había dicho “Evan”, el nombre de su novio. Estaba muy confundido pero ella habló de nuevo, explicando mi pregunta—. Es un sueño, supongo, pero estás acá y no importa más.

—No, yo no... —iba a decirle que se equivocaba, que era un error y a tratar de convencerla de que era sólo un mal sueño y que me ignorara, que cuando despertara todo sería olvidado y yo iría con el alto mando para cambiar de misión.

Pero sin previo aviso y frenando mis palabras a mitad de garganta, la chica se abalanzó a mí, se sentó sobre mi cuerpo y me abrazó con fuerza, con necesidad. Pude sentir el amor que profesaba hacia mí, bueno, más exactamente hacia su novio, pero lo sentía propio.

Después de tantos años, sentí el calor de una persona, la calidez que emanaba de su cuerpo, aún siendo producto de su imaginación, era algo magnífico.

Se separó un poco de mí y me besó. Lo hizo con tanta familiaridad que por un segundo sentí que realmente me estaba besando a mí, pero la verdadera razón no tardó en llegar a mi mente: me veía como a su novio, el porqué no lo supe en ese instante, pero sus ojos veían al que era su amor perdido y por eso la necesidad de sus labios.

Acariciaba mi cabello y aún con los ojos cerrados, sentía sus lágrimas caer. Lágrimas sinceras, de verdadero dolor y sí sabía que estaba mal, pero no lo detuve, no salí de su mente cuando aún era posible. No pensé en ella, sólo en lo bien que me sentía yo.

No pude aguantar la tentación, no pude alejarme aún sabiendo que estaba mal.

De repente, su imagen empezó a desdibujarse ante mis ojos, la nitidez se perdía al tiempo que las sensaciones reducían; su tacto empezó a enfriarse y los colores a perder intensidad; hasta que todo quedó negro y volví a mirarla acostada en su cama y yo en una esquina.

Había despertado.

Ya estaba fuera de nuevo.

†††

Guardián •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora