C U A T R O

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De a poco la imagen de Evan se va distorsionando hasta que escucho a lo lejos la voz ahogada de mi suegro

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De a poco la imagen de Evan se va distorsionando hasta que escucho a lo lejos la voz ahogada de mi suegro.

—Catalina —llama—, es casi medio día.

Debería preocuparme eso, considerando que entro a las ocho a laborar, pero estoy tan frustrada de que me haya despertado que no me importa; sin embargo él no tiene la culpa así que no puedo descargarme con él.

—Tuve una mala noche —miento.

Anoche fue la noche más feliz que he tenido desde que Evan partió; sé que fue un sueño, pero fue tan real que preferiría seguir siendo feliz en la irrealidad que volver a la realidad a donde él no está. El señor me observa con preocupación en su rostro, compongo la mejor sonrisa que puedo para decirle algo más.

—Llamaré al trabajo y diré que estoy enferma.

—¿Segura estás bien, Cat?

—Sí, bien.

Mirando el reloj, noto que faltan cinco minutos para las doce, siento el cuerpo adolorido por estar tanto tiempo acostada, tengo mucha hambre y eso sumado a la decepción del despertar, me baja mucho el ánimo. De nuevo.

Mi suegro vive un par de pisos arriba y tiene llave de mi apartamento, su esposa murió hace un par de años y ahora nuestro Evan también lo abandonó; está llevándolo mejor ahora, no sé la razón pero está tratando de ser optimista.

Al momento de abrir los ojos, la sensación de vacío volvió a mi pecho. No puedo dejar de extrañarlo, lo más sencillo sería olvidar ese sueño y seguir el curso normal del duelo, pero es imposible. No sé cómo, pero eso fue más que un sueño, lo sentí de nuevo, sus labios, su cuerpo, su voz; eso no puede ser solo producto de mi imaginación, debe ser él que viene a visitarme y si bien sé que eso no es positivo, no puedo evitar ser egoísta y disfrutar de su espiritual compañía.

Aún cuando debería ser al revés, mi suegro es quien está cuidando de mí, ha estado viniendo a diario y cocina para ambos, me saca conversación para animarme y se esfuerza lo posible para no sacar a luz el tema de la muerte de Evan.

Miro mi reflejo en el espejo y al igual que los últimos días, me sorprendo de él; las ojeras cada vez más pronunciadas, los huesos de la clavícula más marcados, los labios resecos y el cabello sin brillo; mi aspecto es más de un zombie que de una chica de veintitrés años.

—Hola, Luisa, lo lamento —debo dar la excusa en el trabajo o perderé mi empleo—, amanecí algo indispuesta, ¿puedes excusarme con George?

Está bastante enojado, Cat; trata de no hacerlo de nuevo, al menos no sin avisar.

—Claro, no vuelve a pasar

Cat, ¿Cómo estás?

—Nada ha cambiado.

Antes de ponerme sentimental por el teléfono, decido colgar. Luisa es mi mejor amiga y ha estado conmigo por muchos años, viviendo cada situación a mi lado; era buena amiga de Evan y se preocupa demasiado por mí.

Salgo de mi habitación luego de ponerme un poco decente, encontrando a mi suegro en la cocina; al verme sonríe con dulzura y con una sonrisa similar, le insinúo que estoy bien. Me siento en la mesa y el señor sirve el almuerzo en silencio; un silencio cómodo.

Me dispongo a comer, pero el olor del tomate del pollo me da un vuelco el estómago, haciendo que haga un gesto de asco y sienta la necesidad de vomitar. Voy al baño con las arcadas dominando mi organismo, pero ya que no había comido nada en todo el día, no expulso nada pero la contracción fastidiosa y dolorosa de mi diafragma no cesa hasta pasados unos minutos. Al levantarme del suelo del baño, veo la figura de Cristhoper en el marco de la puerta.

—¿Estás bien?

—Sí, lo siento, es que no he comido desde ayer y ese olor me dió rebote.

—Perdón, si hubiera sabido, cocino algo más ligero.

—Por Dios, no es tu culpa —respondo—, creo que tengo el estómago cerrado, es todo.

—Te prepararé algo suave, Cat.

Sin esperar a que diga algo, sale con dirección a la cocina; el espejo me devuelve una imagen de Cat mucho más pálida de lo normal, casi da miedo.

De repente me invade la sensación de estar siendo observaba de nuevo, mi corazón se acelera sin motivo aparente y miro en todas direcciones con la paranoia reluciendo en mí. Me estoy enloqueciendo, pues no hay nadie más que un señor mayor en mi apartamento.

—Sólo es mi imaginación, no hay nadie aquí.

Mis manos agarradas al lavamanos y la cabeza agachada totalmente, susurrándome palabras estúpidas de consuelo. Con un poco de agua que albergo en mis manos, me mojo la cara para despejar mis ideas, a tientas tomo la toalla que yace en un gancho al lado izquierdo. Al secarme y abrir los ojos, veo en la esquina del espejo una silueta masculina poco definida que me hiela la sangre.

No despego la vista de esa mancha que está a mis espaldas, aguanto las respiración sin poderlo evitar y no parpadeo. Cuando el aire comienza a faltar en mis pulmones, despierto del impacto y giro bruscamente pero allí ya no hay nada.

Jadeo con fuerza y me dejo caer en el suelo, con el miedo latente. ¿Era Evan? ¿Lo imaginé? ¿Qué está pasando?

La sensación de ser observada, de fue en el instante en que giré mi cuerpo, trayendo a mi mente la convicción de que no es totalmente producto de mi imaginación, de que Evan está acá conmigo; ese pensamiento de arraiga en mi mente, haciendo que sienta felicidad de que no me haya abandonado y tristeza porque no ha pasado al otro lado.

Muy egoísta, lo sé, pero si estar con él implica que mi cordura se pierda; prefiero estar loca a su lado.

†††

Guardián •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora