N U E V E

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PARTE 1

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PARTE 1

Verla allí desde una esquina mientras aún estaba inconsciente y su suegro y el doctor hablaban, me dolía. Me dolía inmensamente pensar que era todo por mi causa y mis actos imprudentes. Quise meterme una vez más y pedirle disculpas, quise poder hacerlo una última vez para despedirme pero me abstuve por temor a empeorar las cosas. Fue entonces que lo escuché.

—En su estado no es bueno que no coma, Señor Christopher —dijo el hombre de la bata.

—¿Cuál estado, doctor?

—Está embarazada.

Esas palabras resonaron en la habitación haciendo que Cristhoper guardara silencio. Estoy seguro de que Catalina no lo sabía, nadie lo sabía. No voy a negar que fue un noticia tanto sorprendente como dolorosa; de alguna manera sentía que Catalina me quería a mí, lo cual, aún sabiendo que era imposible, me hacía pensar que tenía alguna relación con ella.

Cuando Catalina despertó, me cuidé de alejarme lo suficiente para que no me sintiera pero no tanto para escuchar; entonces el doctor dijo que estaba anémica. Eso sí era completamente mi culpa, Edward lo había dicho y ella efectivamente se había descuidado por verme, ahora la vida de su hijo pendía de un hilo.

No pude escuchar más después de eso y me fui; preferí huir de allí a buscar consejo de nuevo. Llevaba más de ochenta años haciendo esto y jamás me había complicado tanto con nada ni con nadie. No podía creer todo lo que arriesgaba –suyo y mío– por algo ilusorio como lo era aquello.
Sentí miedo. Real y sincero miedo de lo que pudiera pasarle a Catalina; no me importaba demasiado mi destino por haber hecho lo que hice, pero sí quería su bienestar.

Era una obsesión querer tenerla a salvo.

Llegué de nuevo con Edward sin saber a dónde más acudir. Él sintió mi energía y enseguida detectó que algo andaba mal; mi angustia era palpable fácilmente para los de nuestro lado.

—Edward, debo ayudarla. —No saludé; inmediatamente le dije eso.

—¿Qué tiene?

—Tiene anémia. Está débil...

—Solo aléjate, Gregor —aconsejó—. Los humanos con el tiempo se recuperan. Aún no es tarde...

—¡Está embarazada! —grité callando ipsofacto sus palabras.

—¿Cómo está el bebé? —preguntó con la expresión más seria que le conocía.

—No sé... el doctor dijo que está pendiendo de un hilo o algo así. Nada bueno.

—Debo verla —exclamó de repente—. Debo saber de su estado; quizás ese embarazo es la razón de que Evan siga en tierra. Quizás si voy, lo pueda sentir.

—Pero yo no lo siento...

—Tu eres guardián de alegría y yo uno de amor —explica—, si Evan está acá por el amor hacia su bebé, podré sentirlo.

Guardián •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora