Capítulo 6, Parte I

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—Mi tía tiene Alzheimer —repetía con insistencia la muchacha mientras las luces del bar inundaban su cabellera negra, tenía una copa de vodka en la mano y unas gafas oscuras cubriendo un moretón que se había hecho la noche anterior—

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—Mi tía tiene Alzheimer —repetía con insistencia la muchacha mientras las luces del bar inundaban su cabellera negra, tenía una copa de vodka en la mano y unas gafas oscuras cubriendo un moretón que se había hecho la noche anterior—. Pero, ¿sabes algo? A veces pienso que debe ser genial eso de no tener memoria. Sin recuerdos no sientes dolor, no sientes preocupaciones...

Cuando abrió los ojos sintió un pequeño sobresalto, había sido una noche larga y, aunque perfectamente pudo haber sido un simple sueño, Amanda sintió que había recordado a una de sus amigas en el pasado. No recordaba su nombre, pero si un poco de su aspecto, así mismo como un par de palabras que habían cruzado en una fiesta. Se despertó con más anhelos de recordar que antes.

"En realidad, no es tan genial cómo tú crees", pensó.

Mary salió del baño en el momento en que Amanda se percató de su ausencia. Estaba cubierta por una toalla y tenía otra amarrada a su pelo húmedo. La observó con una sonrisa burlona y dijo:

—¿Ya despertó la bella durmiente de su sueño eterno? —Se llevó una mano a la cabeza con un gesto cómico—. ¿El príncipe Edward ya llegó a sacarte de la maldición?

—Qué insolente eres —le dijo mientras se reía y negaba con la cabeza.

—Gracias.

Mary se soltó la toalla de su cabeza y sacudió su pelo negro por la habitación. Acto seguido, se dirigió hacia Amanda y le señaló la oreja.

—Quítate eso, no estarás pensando conservarlo...

—¿De qué hablas? —preguntó Amanda confundida. Mary se dirigió a la mesa y tomó un pequeño aparato electrónico. Presionó un botón y dijo "Un, dos, tres; probando". Amanda escuchó las palabras tan fuerte y claro que casi dio un respingo. Puso una mano en su oído retiró una especie de micrófono adherido a este.

—Así era que lo hacías —dijo al reaccionar—, por eso creía que aquella voz estaba en mi cabeza.

—Es increíble lo que hace la tecnología. Lástima que hayan destruido tanta durante la guerra —espetó—. ¿Algo más, Sherlock?

Amanda lo pensó bien y murmuró: —En el área de máxima seguridad..., eras tú. Siempre has sido tú.

Mary enarcó una ceja y río.

—Así es. Quería darte un pequeño susto a ver si te ibas o si te trasladaban a máxima seguridad, lo que pasara primero. —Sonrió—. Pero no me imaginaba que fueras a ser así de, no se, buena onda —dijo y suspiró—. Usualmente los adultos que se cruzan conmigo suelen lastimarme.

—¿Por qué lo dices? —inquirió Amanda al ver la tristeza que se había formado en el rostro de la pequeña.

—Bueno, ¿qué puedo decirte? Escapé de casa a los 7 años después de que mis padres murieran en una pelea. Traté de refugiarme en una iglesia pero los parroquianos me echaron a golpes. Luego un médico me trajo aquí pero lo único que quería era experimentar conmigo. —Una lágrima resbaló por su mejilla—. A pesar de todo, aquí estoy. No se si es por tu falta de memoria o algo así, pero eres la única persona que he visto que trata de tener a sus demonios alejados, que no es mala en absoluto. —Mary se sentía orgullosa, por lo menos esa última parte de su discurso era verdad.

Una lágrima también corrió por el rostro de Amanda y se abrazaron en silencio. Entonces lo supo: había desarrollado un vínculo muy especial con Mary y sentía que ahora su necesidad era cuidar de ella. Cuando se separaron, Mary corrió a esconderse debajo de la cama alegando que conocía los horarios de Edward y que no tardaría en llegar. A los cinco minutos entró por la puerta.

—¿Como está mi paciente favorita? —exclamó con alegría. Amanda se sonrojó un poco.

—Esperando a su médico favorito —respondió con una sonrisa. Mary puso los ojos en blanco bajo la cama.

Edward sonrió para luego empezar con el tratamiento de rutina, como bien lo sabía ella. Una vez terminaron, Amanda le dijo: —Edward, yo... ¿podría ver mi diagnóstico?

—Eh, sí. Claro. Aquí está. —Le tendió una hoja que extrajo del folio. Allí estaba su nombre y una foto reciente que Edward le había hecho. Todos los datos estaban en blanco salvo por una casilla que rezaba "Diagnóstico inicial" En el que estaba escrito todo lo que Mary le había dicho —Amnesia postraumática, aparente Psicofobiasis, entre otros—, lo cual la decepcionó un poco.

—No es oficial aún, falta hacerte más pruebas —le dijo Edward encogiéndose de hombros—. Por suerte, la próxima semana se hará la valoración de rutina y ahí podremos oficializar tu diagnóstico.

—¿Valoración de rutina?

—Sí, es un tipo de prueba con unos equipos especiales que le aplicamos a las pacientes para saber si están enfermos, lo que tienen y si llegan a pertenecer a máxima seguridad. —Rio—. Antes hacíamos esa prueba en el exterior, pero después de todo lo que pasó tuvimos que ampliar las instalaciones para hacerlo aquí adentro.

—¿Por qué las salidas al exterior son una especie de "premio" ahora? —lo interrumpió Amanda—. ¿Qué fue lo que pasó?

—Bueno, en los tiempos libres que se le daba a los pacientes después del almuerzo y de las terapias colectivas, eso es algo que aún se mantiene ¿no?, la única diferencia es que antes, en lugar de andar por las instalaciones, a las personas se les daba vía libre para salir al exterior. Y la verdad es que no nos fue nada bien, muchos terminaron fugándose y muchos otros se suicidaban en los bosques. Por eso terminamos convirtiéndolo en un "premio" como dices tú. Se le da vía libre a una persona para que salga acompañada de su médico por un momento si se lo merece, eso es todo. —Edward vio a Amanda a los ojos—. Hablando de eso... —exclamó—, pienso que deberías acompañarme.

—¿A dónde? —preguntó asustada.

—A recibir tu "premio" —soltó con alegría—. Ven, te lo has ganado.

Amanda sonrió como una niña y salió con Edward de la habitación. Estaba muy ansiosa, por fin sabría cómo era lo que rodeaba a aquel lugar de paredes grises con texturas.

Pasados unos minutos, Mary salió de su escondite y vio que habían dejado la puerta abierta. Siempre aprovechaba esos momentos para ir a buscar algo de comer, incluso podría traer un postre. Esa no sería la excepción.

Mientras sonreía para sus adentros, salió de la habitación.

Sueños masacradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora