Prólogo

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—La muerte está cerca —susurró—, y viene por ti

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—La muerte está cerca —susurró—, y viene por ti.

El hombre que se encontraba recostado sobre su escritorio, con una botella de whisky a medio llenar, despertó al escuchar esas palabras. No consiguió identificar la voz que lo había dicho, pero el mensaje había logrado que un escalofrío recorriese todo su cuerpo.

Fue recobrando la conciencia a un exiguo compás de tiempo, a la par que el sonido de una serie de disparos inició a retumbar en su mente. El ruido del tiroteo se entremezclaba con unos llantos y gritos ensordecedores provenientes del interior del recinto: un hospital psiquiátrico.

Los raudos lamentos eran comunes en el establecimiento, pero... ¿los disparos? ¿Qué estaba sucediendo?

Cuando recuperó la cordura se levantó del asiento y empezó a caminar de forma apresurada. Alzó su rostro fijando su vista en la placa que rezaba: "Doctor Edward Harrison. Director General"

Edward abrió la puerta dando paso a un ambiente hostil y espeluznante. Se asustó, tanto así, que tuvo que sostenerse del marco de la puerta para no perder el equilibro.

Una gran cantidad de pacientes y asistentes del personal estaban tirados en el suelo, además de hallarse completamente inmóviles. Edward se percató de que por ninguno de sus rostros asomaba un resquicio de las vidas que se habían extinguido. Se enfocó en uno de ellos: un corte se deslizaba desde la cadera hasta el pecho donde se hallaba el cuchillo que lo había generado. La sangre había emanado sin control alguno esparciéndose por el suelo a su alrededor; aún estaba fresca. Edward palideció y sintió ganas de vomitar.

Salió de manera sigilosa de su despacho. A lo lejos notó cómo la mayor parte del equipo médico estaba siendo atacada por los pacientes de máxima seguridad que, misteriosamente, habían logrado salir de sus celdas.

Uno de sus colegas se encontraba en un ataque directo con alguno de ellos: el enfermo acorraló al médico auxiliar contra la pared y lo mordió con la mayor fuerza posible en el hombro izquierdo. Este soltó un grito desgarrador, al mismo tiempo que un par de lágrimas recorrieron su rostro como suaves ríos de agua dulce. El grito fue oprimido cuando el paciente apretó su garganta, clavándole un poco las uñas. Su rostro y sus labios se pusieron de color morado al igual que las marcas que empezaron a aparecer en su cuello. Aunque trataba de luchar no podía hacer nada.

Edward parecía una estúpida momia, pero por más que quisiera ayudar a su amigo, los músculos de su cuerpo no le respondían. Se sentía pasmado, paralizado.

Aquella vida se fue apagando poco a poco y su final estaba cada vez más cerca. El oxígeno le empezó a faltar. Tenía los ojos cada vez más abiertos, más tristes, más suplicantes.

Suplicando por un poco más de vida...

Aún así, sus plegarias no fueron escuchadas. Su vida se esfumó cuando el cuerpo impactó contra el suelo con un ruido sordo, transformándose en un cadáver. Aún conservaba la cara de pánico que se le había formado en medio del forcejeo.

Sueños masacradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora