Capítulo 8

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        Otra semana había pasado después del incidente de Elizabeth. Natasha había intentado dejar de pensar en ello, aunque no era tan fácil que digamos. En estos momentos estaba sentada en el borde de su cama, las oscuras cortinas medio dejaban entrar algunos rayos del sol. Eran las seis treinta de la mañana de un sábado. Natasha sabía que debería de aprovechar y dormir todo lo que pudiera, pero extrañamente se sentía descansada.

        Decidió que tomaría una larga ducha, Alicia y Lisa dormirían hasta pasadas las diez y casi nunca tenía tanto tiempo para usar el baño. Sacó una blusa azul sencilla y unos jeans del ropero. Al final le había inventado a las chicas que Kate le había conseguido ropa. No hicieron preguntas. Natasha pensó que podría ser un proceso normal en el refugio o que tal vez a sus compañeras no les importaba tanto el misterio de la ropa.

        Entro al baño, abrió la ducha y dejó que el agua caliente invadiera todo su cuerpo. Cuando sintió que todos sus músculos no podrían relajarse más decidió que era momento de lavar su cabello. Tomó el shampoo y dejó que la espuma sacara toda la grasa y la suciedad de él. Amaba lavarse el cabello, siempre la hacía sentirse nueva, como si sus rizos cambiaran de repente. Procedió a acondicionarlo, lo cual le llevó bastante tiempo y para cuando salió del baño ya habían pasado dos horas.

        Decidió que era momento de salir a desayunar. Lo bueno de despertarse temprano los sábados era que el comedor estaba prácticamente vacío, a nadie en el refugio le gustaba despertarse temprano en un fin de semana, pensó Natasha mientras caminaba por el lobby, prácticamente vacío.

—¡Eh, Natasha!

        A casi nadie,  Rectificó mientras se volvía a hablar con el chico que la llamaba. Daniel. Esta mañana llevaba una camiseta gris que le hacía resaltar su tono de piel  y tenía puesto su ya usual gorro negro, que utilizaba para ocultar su herida en la cabeza.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —le preguntó el chico mientras la alcanzaba.

—Podría preguntarte lo mismo —se limitó a responder Natasha.

—Nunca he sido de los de levantarme tarde —le explicó—. Cuando el sol se levanta yo me levanto.

—¿Alguien te ha dicho lo raro que eres? —le preguntó Natasha bromeando.

—Todos los días —murmuró Daniel entre una sonrisa.

        Ambos llegaron al comedor y se sentaron en una mesa. Daniel dijo que tenía antojo de panqueques y Natasha ordenó lo mismo sólo para comer algo, no se le apetecía nada en específico.

        Mientras el chico masticaba sus panqueques en silencio Natasha pensó en todo lo ocurrido: como casi muere desangrado en un callejón. Era increíble que después de una semana estuviera ahí, como si nada. No sabía exactamente lo que Paul le había hecho, él dijo que conocía a alguien que le debía un favor, pero no tenía idea quién era esa persona o lo que le había hecho a Dan. Después del incidente trataron de no volver a tocar ese tema, solo hablaron de eso una vez. Daniel le pidió que no le contara nada de eso a Alicia, proposición con la que Natasha estuvo de acuerdo. No quería someterse a interrogatorios.

—Casi no has tocado tus panqueques —observó Daniel, interrumpiendo sus pensamientos.

—No tengo mucha hambre —confesó Natasha.

—Entonces… ¿Puedo comérmelos?

—Adelante —Natasha no podía entender como su amigo podía comer tanto.

        Mientras Daniel acababa su segundo plato Natasha notó que un chico se acercaba a su mesa. Tenía una estatura promedio y un cabello negro que no era tan largo como para definirlo de esa manera o tan corto como para pensar que se lo cortaba frecuentemente. Su largo era el suficiente para cubrirle las orejas y nada más. Vestía una camiseta roja y unos jeans.

Peligro (la mentalista #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora