No pensé que encontraría a Ben con regularidad, pero así fue. Al inicio fue cuestión del azar; no, más que el azar, una situación enteramente normal al tratarse del parque de la comunidad, abierto a todo el mundo; pero ya después, aunque no ponía mucho esfuerzo de mi parte, iba al parque con la esperanza de encontrarlo a él y a Kei. A veces sucedía así, otras no. O Ben estaba desempleado o su trabajo no era tan exigente; así expliqué el que apareciera tanto días como fines de semana. Por mi parte, desempleado y todo, iba a leer, aunque mi novela había quedado en pausa indefinidamente; sabía que entre más tiempo pasara más me vería obligado a volver a iniciarla, pero no me preocupaba mucho. Me importaban otras cosas, entre ellas: Ben y Kei.
Al haber una segunda persona en el grupo la gente que frecuentaba el parque fue perdiéndole el miedo a Kei. Era un animal enorme pero noble, y su aspecto, tal vez amenazante por la distancia, se reducía siempre a la de un peludo cariñoso sediento de cariño. Ya podía andar en el parque sin correa y, para su suerte, ya nadie rehuía de él. Se me hacía difícil creer que era un animalito con una historia trágica, pero cuando Ben lo veía, notaba alivio y orgullo en su rostro, para sí mismo y para Kei casi en partes iguales.
—¿Pero si vienes tan seguido al parque cómo es que nunca te había visto antes por aquí? —me atreví a preguntar en uno de esos tantos «encuentros fortuitos».
—Me mudé hasta hace un par de meses —respondió Ben, siempre atento a las andanzas de Kei—. Luego de que... Supuse que Kei necesitaba un lugar espacioso. Mi antiguo apartamento tampoco permitía animales, y él llegó tan de repente que tuve que tomar decisiones más rápido de lo acostumbrado. Vivo en una casa a unas cuadras de aquí, por allá —señaló—, es cómoda y grande, pero nada como lo verde, el aire libre, el césped. Kei es un perro enorme y necesita un poco más de espacio de lo normal. Igual, al inicio le costaba socializar y por eso no me atrevía a traerlo al parque, cuando noté que mejoraba al fin me animé, y las cosas han marchado muy bien desde entonces, y en parte, gracias a ti.
—Para nada —dije, algo avergonzado, e intentando desviar la atención de mí, pregunté—: ¿Cómo es que ha logrado crecer tanto?
Mi curiosidad era grande, después de todo, era divertido observar a ese tremendo perro con esa apariencia tan intimidante que no era sino un pequeño consentido juguetón.
—Hasta lo que pasó... —titubeó—, recibió muchos cuidados y amor. Siempre fue así. Pero entonces su amo murió... —confesó de repente, tomándome desprevenido. Sentí algo más, algo que no afectaba sólo a Kei, pero no supe qué era o si lo estaba imaginando. Ben continuó—: Siento que lo sigue esperando. Es otra de las razones por las que me mudé. Cuando fui por él tenía la puerta principal arañada, estaba delgado y decaido, bastante enfermo, no dejaba de llorar. Todo sucedió muy rápido y todos se olvidaron de él, no puedo culpar a nadie, yo mismo lo hice.
—Sin importar lo que haya pasado, ahora está feliz y saludable —intervine—. Aunque no puedo decir lo mismo de ti—. Me pareció atrevido, sobre todo considerando la repentina apertura de Ben, pero ya no pude retractarme.
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KEI [Un perro, un amigo y una novela japonesa]
Ficción GeneralMientras toma un descanso para controlar la frustración que le provoca no disfrutar la novela que intenta leer, Henry ve a Kei, un tremendo rottweiler que consigue atemorizar a medio mundo; a su lado, Ben, un hombre que no parece estar muy acostumbr...