Ah... Madrid. Mi bella Madrid. Cómo es posible que te extrañare tanto. Allí pasé mis mejores momentos, mi vida entera estaba allí: parte de mi familia, mis amigos, mi casa, mi amor... Absolutamente todo.
Miré por la ventana del avión, tratando de encontrarle dibujos a aquella lúgubre noche, tratando de encontrarle algún sentido al por qué me largué de mi tierra natal, al por qué tengo que vivir allí sola, al por qué mi vida se caía a pedazos mientras el avión viajaba a 860 Km/h con un maldito destino.
Ni yo sé la respuesta.
"Dios, Amy. No sea pesimista, tienes que pensar en que saldrás adelante poco a poco". Ja, no. Ni yo me creería eso. ¿Quieren saber por qué deje mi vida por largarme a California? ¿Por qué me voy contra mi voluntad? ¿Qué, carajos, haré sola? ¿Por qué tengo un presentimiento extraño?.
Mi vida se va a destruir poco a poco. Con lagrimas en los ojos escucho atentamente la voz que me indicaba que estábamos llegando a California; de que, en pocas palabras, estaba llegando el fin de mi vida.