TERRITORIO ENEMIGO

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Había pasado tres meses desde esa noche. En casa había cambiado la rutina, mi madre se reunía con sus amigas cada vez que recibían cartas desde el frente de nuestros respectivos familiares, aquello parecía más una reunión de jovencitas contándose secretos sobre sus novios que algo más serio. Por lo general, yo aguantaba hasta que mi madre leía su carta ya que quería saber todo lo que mi padre pudiese contar y sobre todo saber que se encontraba bien.

La última carta nos llenó de esperanza ya que todas coincidían en lo mismo solo que cada uno lo contaba a su manera. Era algo bueno debido a que el tono de las primeras no hacía ver la salida del conflicto de forma satisfactoria. Al principio mi padre contaba que el enemigo estaba atacando desde innumerables frentes en una operación de desgaste. Las oleadas se sucedían una tras otra, las cuales eran repelidas como se podía, pero por lo menos resistían. Allí donde flaqueaban las fuerzas defensoras era donde enviaban a los Vampeires, apodo por el que éramos conocidos los habitantes de nuestro pueblo. Rechazando y trasladándose allí donde se requería, a la espera de unos refuerzos que nunca llegaban. Mi padre nos contaba que estaban extenuados pero que aguantaban ganando fuerzas extra con la sangre de nuestros enemigos. Nadie sabía bien por qué la ingesta de sangre nos daba ese vigor y fuerza, pero era una de las tácticas de resistencia practicada desde antiguo por los nuestros. Era como una droga que te potenciaba todos los sentidos convirtiéndote en una máquina de guerra temible, tanto era así que mi padre lo explicaba de esta manera en una de sus cartas -"... En el campo de la batalla, cuando avanzábamos a primera línea de combate, nuestros enemigos siempre retrocedían cuando veían nuestros estandartes y uniformes. Eso nos daba un tiempo precioso así como ventaja estratégica, ya que el caos que originaba nuestra sola visión entre los enemigos era aprovechado por los nuestros para atacar con contundencia. A la mínima oportunidad saltábamos sobre los soldados que habían bajado la guardia para buscar un sitio hacia donde huir. Le clavábamos los colmillos en la garganta y succionábamos su sangre hasta matarlos. Era entonces cuando nos mostrábamos más terroríficos, nuestros cuerpos eran envueltos en un halo luminoso y nuestros ojos relampagueaban a la luz de la luna. Nuestra visión nos permitía ver más y más lejos nuestros oídos podían escuchar hasta los gritos de las últimas filas diciendo - ¡Vampeires!, ¡Vampeires! - con verdadero pavor..."

- "... Era cierto que nos superaban en número pero muchos de ellos no estaban preparados para la batalla. Algunos de ellos, los que se atrevían, intentaban mordernos pero descubrían que no les hacía efecto nuestra sangre. Eran los primeros en caer por su imprudencia, los diezmábamos tanto que al final terminaban retirándose para intentar recomponer sus asustadas filas, momento que aprovechábamos para lanzarles un rugido tan ensordecedor que les helaba la sangre. Así continuaba ataque tras ataque, hasta que al aclarar el cielo nos retirábamos ambos bandos a nuestras tiendas a la espera de que cayese la siguiente noche."

Cuando mi madre leía las partes más emocionantes de sus cartas, le daba el ritmo adecuado a lo que relataba de forma tan magistral que conseguía meternos en la historia de tal forma que casi podíamos oler el humo de los incendios, escuchar los gritos y las espadas golpeando sobre los cuerpos, y ver los movimientos de las tropas como si se estuviera representando en un mapa estratégico.

En la última carta mi padre relataba - "La guerra parece que toca a su fin. Gracias a las gestiones de los diplomáticos con nuestros reinos vecinos hemos conseguido los refuerzos que tanto esperábamos. La noticia corrió como la pólvora en todos los frentes, pero debemos ser cautos ya que todavía no hemos visto nada que sea tangible. De ser cierta, Los Arestes ya no cuentan con el factor numérico a su favor lo que tenemos que interpretar con un cese relativamente pronto de las escaramuzas.

También cabe la posibilidad, y la que más me preocupa, es que sabiéndolo, el enemigo intente a la desesperada ataques más intensos para así aniquilarnos antes de que lleguen los refuerzos. No tenéis que preocuparos, debéis tener fe en que todo saldrá como esperamos. Yo me encuentro bien, solo con algunos rasguños sin importancia y algún que otro mordisco que ya está sanando." - Nadie de los presentes contemplaba la posibilidad que apuntaba mi padre. Nadie quería echar encima ese nubarrón que nos sumiría en la desesperación. ¡Eran buenas noticias! ¿Por qué negar la posibilidad de que los nuestros pronto estarían entre nosotros? Todos nos sentíamos eufóricos con la noticia que todas las cartas expresaban. ¿Por qué no tener fe?

Vampeires: OrígenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora