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-Ahora tenemos que ir a Gimnasia, y es mejor que nos demos prisa. La entrenadora es terrible, podría reprobarte por un par de minutos de atraso. –Ahora ya podía recordar a la perfección donde estaba el gimnasio, después del detallado tour de orientación.

-De acuerdo, el último en llegar tendrá que pagar el almuerzo del otro. En sus marcas, listos, ¡Fuera!

-¡Oye, espérame! –Eché a correr como vaca loca en dirección al gimnasio con Daniel siguiéndome el paso, pero aun así se quedaba bastante atrás. De vez en cuando esquivando a los que se ponían en mi camino, provocando sus comentarios notoriamente irritados pero que no lograba percibir pese a la distancia y el instante en que era emitido cada uno. Hacía tiempo que no corría, y por alguna razón se siente bien hacerlo. Bajo apenas un poco la velocidad para ver si Daniel sigue conmigo, y si, justo en ese momento logra alcanzarme, pero sin gran esfuerzo, logro dejarlo comiendo el polvo. A veces, cuando la adrenalina está a mil por segundo, casi puedo afirmar que no corro, sino que vuelo, por encima de los transeúntes y la infraestructura de los pasillos. El gimnasio ocupa toda la segunda planta del segundo edificio, eso quiere decir que este reto será interesante. Me detengo por una milésima de segundo solo para tomar aire y empezar a subir, Daniel por fin logró alcanzarme, ahora sí que me está pisando los talones. De dos en dos trepamos los escalones, hombro a hombro, luchando por evitar ser el perdedor de la apuesta.

Finalmente llegamos... casi todo el aire se ha ido de mis pulmones, me doy la vuelta ligeramente sólo para notar que Daniel se quedó totalmente sin energía y está jadeando de cansancio en el suelo.

-Oye... sí que tienes condición –Daniel habla de forma entre cortada tratando de recuperar el aliento, en vez de echarme a reír como cualquiera lo hubiese hecho, simplemente le tiendo mi mano.

-Me debes el almuerzo de hoy. –Enfoca su vista en mí, con la frente empapada en sudor, apenas me escucha.

-De acuerdo. –Responde ahora más calmado. Tiro de su mano con fuerza y logro ponerlo de pie, no es tan pesado como creí, justo para que en ese instante suelte un

-Oye, eres fuerte, es decir... corres incluso más que yo y puedes levantarme del suelo sin quejarte, es excepcional.

-¡Podrán ponerse de acuerdo para sus citas cuando no estén mi clase muchachos, los quiero en los vestidores y de vuelta en la pista trotando en menos de cinco minutos, dense prisa, vamos! –La voz de la entrenadora suena estridente en todo el gimnasio donde apenas hay 10 personas dando vueltas en la pista. Aquella acusación definitivamente fue como un gancho derecho al hígado, y Daniel se ha puesto incluso más rojo de lo que ya estaba. No puedo evitar reírme por lo bajo.

-Ahora nos vemos. –Daniel apresura el paso a lo que parece ser los vestidores de hombres y yo me quedo mirando a la entrenadora por un instante. Ella me mira de repente y su expresión me sobresalta.

-¿Qué estás esperando, una invitación formal acaso? Los vestidores de señoritas están en el pasillo izquierdo, en esa dirección ¡Andando! –Sin pensarlo dos veces corro despavorida por sus gritos a donde me ha señalado, pero me detengo un poco al llegar al interior de un pasillo de azulejos bastante sucio... hay que admitirlo, el aspecto de mi escuela es tétrico y asqueroso. Los murmullos de algunas chicas se escuchan desde mi posición, además de algunas carcajadas. Me adentro poco a poco a los casilleros y varias de ellas se quedan en silencio cuando me ven entrar, otras más solo se limitan a ignorarme. Escucho claramente como tres de ellas murmuran que luzco como lesbiana, y parece que planean ver mi reacción; una de ellas capta mi atención, es morena, alta, y con rizos tupidos, con una figura muy bien definida y pechos grandes, su ropa interior está completamente expuesta, es de color rojo con encajes negros, sinceramente eso luce muy sexy; en cuanto nuestros ojos hacen contacto ocurre algo nada peculiar para mí.

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