Capítulo 2

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Después de aquel acontecimiento, nunca más volví a saber nada de aquel sujeto, y, aunque se me hubiese cruzado por el camino, no hubiera podido reconocerlo. Pareciera que las últimas semanas han transcurrido de forma poco notable, han sido rápidas, aburridas, y aun así, no todos los días fueron algo descomunalmente normal. En cuanto a mi estadía en la escuela, las cosas han estado igual que al principio, a excepción de que ahora tengo un nuevo compañero, algunas de sus clases coinciden con las mías, pero no habla absolutamente con nadie, ni siquiera con su compañero de asiento en el laboratorio; no tengo amigos, pero puedo considerar a Daniel como un buen compañero, de vez en cuando apelando a mi lado divertido sin duda. Con sus típicas bromas de chico de preparatoria, haciendo hasta lo imposible por cambiar mí ya acostumbrada y monótona expresión, lo cual, la mayor parte de las veces no es del todo fácil. Incluso puedo contar sin miedo que en varias ocasiones ha demostrado su cariño de otras maneras poco cercanas a las de un amigo, y más cercanas a algo más. No con esto quiero decir que ha sido malo, por el contrario, me ha hecho sentir mejor, me he alejado de mi actitud pesimista por un tiempo, y, por primera vez, me siento con más energía... me siento con vida.

Sin embargo, desde aquel incidente, tal sólo unos días después estuve totalmente recompuesta. Mi espíritu fiestero y salvaje, sorpresivamente encontró sus ganas de salir y causar estragos a su alrededor. No tengo miedo, me dije una vez, quería explorar los recónditos lugares de la ciudad y aventurarme allá por donde el ojo público teme revisar. Quise aprovechar mi tiempo, retomé de inmediato mis preciados instrumentos y sólo por no tener nada que hacer, me reconfortaba en mi cuarto haciendo intentos de composiciones. Si algo de una de mis miles de improvisaciones me gustaba, buscaba con desesperación en el desorden de mi pequeño cuarto mis hojas pautadas, lo escribía, lo tocaba de nuevo, esta vez, para grabarlo. Con ayuda de una vieja grabadora de discos compactos que consiguió mi padre en los inicios de los años 2000, me hice de algunos demos únicamente instrumentales, que, si bien no tenían un audio de alta calidad, se podía apreciar el motivo del instrumental.

De vez en cuando me gustaba improvisar con la guitarra clásica española que tanto le había costado adquirir a mi padre. Me sorprendí a mí misma por un tiempo al darme cuenta de que no conseguía crear melodías propias con la clásica. Por el contrario, gastaba mi preciado tiempo haciendo covers en acústico de canciones tan repetidas en su tiempo y nuestra actualidad como el intro de Battery o Nothing Else Matters. Hubo sólo una vez en la que completé un track de cuatro minutos de duración, era una buena composición. Para este momento del año el disco debe estar perdido bajo mi cama o entre la pila de ropa que no he lavado. Agregué una introducción muy sensible con teclado y la clásica, un bajo lento y profundo, que poco a poco desencadenaba en una esencia más agresiva. Con ayuda de internet, tuve que hacer un poco de trampa y buscar apoyo de ritmos de batería para concretar lo que había iniciado.

Me puse a escribir durante días enteros, entre mis ratos solitarios en la escuela y casi siempre en casa, un montón de letras, que aparentaban ser canciones. Quería encontrar la letra adecuada y terminar de armar el puzle que había creado. Las piezas, de vez en cuando encajaban, sin embargo no tenía la seguridad de que fueran las correctas.

El pasado fin de semana, en medio de una borrachera en casa de no recuerdo quién, estuve tocando de forma más bien improvisada en medio de la sala junto a una chica rubia muy sexy, de quien no supe su nombre hasta el día siguiente. Ella, junto con otros tipos transportaron a la fiesta sus instrumentos, para mala suerte del grupo, antes de poder tocar, su bajista se había empinado demasiado pronto casi toda la cerveza presente en la casa y su organismo pronto reaccionó violentamente contra él. Vomitó fuera de la casa, en medio de la acera, para ese momento yo ya estaba un tanto ebria, y no quise seguir mirando, estaba segura de que si seguía viendo iba a acompañarlo en el tormento de reacciones asquerosas que estaban despabilándolo. De modo que, mientras el pobre sujeto lidiaba con mantenerse de pie, cosa que después de vomitar no logró hacer, me hice de su bajo sólo para probarlo cuando nadie estaba mirando, pero pronto la chica rubia me descubrió. Era una linda muchacha, no podía tener más años que yo, su complexión era muy menuda, sus escasos pechos casi se salían por su blusa de encaje negro, que hacía un juego muy provocativo con sus medias de red. Sus ojos delineados a más no poder en lápiz y sombras negras, de un azul que más bien parecía gris, mostraban un par de enormes y muy dilatadas pupilas, aun estando ebria me di cuenta, se había dopado con uno o quizá más porros de marihuana, su aliento apestoso, casi putrefacto, exhalado demasiado cerca de mi cara, era capaz de tirar a un caballo.

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