Capítulo 3

86 13 1
                                    

Corrí. Corrí como pude para que no me atraparan. 

Pensé en un solo escondite: los casilleros. Son incómodos, pero era la única opción. 

—¡Sal de donde estés, cerdito, cerdito!—hablaron a referencia a mis fotos de la primaria.

Realmente en estos momentos no me vendría nada mal un poco de ayuda. Pero específicamente de él: mi abuelo materno. Era mi héroe.

Dejé de escuchar las voces, esas voces perturbadoras de los agresores así que decidí abrir  lentamente la puerta del casillero dejando un pequeño espacio para poder observar y asegurarme que ya se habían ido. 

Todo estaba orden, se habían ido. 

Me dirigí hacia el baño con mis manos en los bolsillos laterales de mis jeans. Me encerré en el último baño y me tiré al piso a llorar como niño pequeño. Lloré solo, sin ayuda de nadie pidiendo que todo acabara que no por ser diferente me definía como un monstruo. 

Me levanté del suelo con rostro enrojecido por el llanto y golpeé con todas mis fuerzas la pared dejando mis nudillos ensangrentados  y con el mismo limpiarme las lágrimas. Salí de aquel baño y me vi al espejo. Vi lo terrible que era, lo débil que me había vuelto gracias a todo lo ocurrido. Abrí el grifo y limpié mi nuca llena de ese asqueroso batido pegajoso que se escurría hasta mi espalda. Solo quería irme, quería ir a mi casa a poder llorar en paz y sentirme más limpio.

—Adam, sé que estás ahí. ¿Podrías salir?—habló con voz delicada Raissa. 

Justo lo que necesitaba. Un abrazo de mi mejor amiga.

—Soy un basura, Raissa. Y eso no lo cambiará nadie ni nada—rompí en lágrimas sobre su hombro.

—Pequeño, eso no es cierto. Ellos son la basura por hacer sentir mal a una persona muy linda como tú. Solo quieren destruir a esas personas que saben que son luz aquí, son luz en todas parte. Y tú, Adam, tienes la luz más bonita de todas—respondió Raissa a mi llanto acariciando mi cabello. 

—Raissa, no mientas. Sabes lo piensa mi papá; él me niega—dije entre irresistibles lágrimas.

—Sabes que tu papá es una persona de mente cerrada y qué el no se ha dado la tarea de ver el increíble hijo que tiene realmente—indagó ella acariciando mi cabello.—Ahora límpiate esa cara. Eres fuerte y vales mucho—dijo pasando sus pulgares  por encima de mis lágrimas. 


La Maldición De Adam GreyWhere stories live. Discover now