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Iris busco en lo más profundo de su mente.

No podía recordar el momento preciso en el que se había enamorado de él, de su mejor amigo. El mayor cliché universal luego del chico malo y el mejor amigo de mi hermano.

¿Pero cuando había comenzado aquello?, ¿Cuándo había caído en las redes de aquel ser humano que conocía como la palma de su mano?

Tal vez había sido cuando tenían 8 años y ella lo esperaba para salir del colegio. Tal vez cuando tenían 10 y charlaban en el balcón de su casa. Tal vez a los 12 cuando él le enseño a andar en patineta. O a los 13 cuando cantaban a todo volumen sus canciones favoritas. ¿Habría sido a los 14 cuando Iris había recordado que él era del sexo opuesto, un chico?, ¿A los 15 cuando le dio su primer beso en un inocente atrevimiento?

De todas formas, ya era tarde cuando al cumplir los 17 años Iris supo que debía parar de suspirar secretamente por Oliver. Decidió hacer un movimiento estúpido: ser su mejor amiga. La única manera de estar junto a él sin ser rechazada.

Oh, vaya estúpida que era. Enamorada de alguien que nunca demostraba sus sentimientos, que no sabía lo que quería y se aburría de las cosas como si todo fuera descartable.

Lo que si recordaba, era el momento preciso donde comenzó a negar lo que sentía.

Cuando la gente le preguntaba si le parecía lindo: "no". Cuando preguntaban si le gustaba: "no". Si lo quería: "solo como amigos". Si lo amaba: "no".

Y mentía. Mentía tanto que a veces llegaba a convencerse a sí misma. Pero no duraba mucho, algo siempre terminaba llevándola hacia él. Hacia su frialdad e indiferencia. Entonces Iris volvía a soñar con esos ojos, tratando de descifrar su color, con esa sonrisa que muchas veces se había resistido a besar, con esa famosa mirada inocente que te dejaba tildada o las casi inexistentes muestras de cariño. Le había llevado años conseguir un abrazo de su mejor amigo y en ese momento el tiempo parecía haberse detenido.

Oh, si tan solo pudiera detener el tiempo seria en este momento.

Mientras él, sentado frente a ella, le hablaba sobre su noche y ella fingía prestarle atención cuando en realidad contaba los colores en sus ojos. ¿Avellana, miel, esmeralda, oliva? Todos estaban ahí.

—Creo que dejare de hablarle. Sé que es mayor que yo, pero se comporta como una niñata histérica.

—A mi me cae bien, parece una buena chica— opinó ella mientras jugaba con la pajilla de su jugo.

No recordaba el nombre de esa chica, una de las tantas que Oliver quería por una semana. Las ilusionaba, luego las dejaba y al final todas volvían a él.

No lo juzgaba y a ellas tampoco.

Oliver atraía a la gente como un polo opuesto. Había algo fascinante sobre él, algo mágico que hacía que todas las miradas se enfoquen en su persona. Tal vez era su misterio, su madurez, su forma de hablar o su facilidad de agradar a cualquiera.

—Y cuéntame, —la incentivó— ¿Cómo ha ido tu noche?

—¿Mi noche? Tú sabes bien que no salgo a bailar por nada del mundo. Leí un poco, luego mire una película...

—¿Qué película?

El pelo corto de Oliver lucia desordenado, resaltando sus rasgos delicados como su nariz respingona y los labios finos. Traía puesto el buzo preferido de Iris, uno negro que constataba a la perfección con su piel lechosa cubierta de lunares.

—Empire Records. Por quinta vez.

—Eres una obsesionada. Pero debo admitir que yo tampoco podría resistirme a Liv Tyler en falda corta bailando al ritmo del Rock and Roll... Say no more, mon amour...— canto e hizo un paso de baile ridículo. Ambos rieron y se sostuvieron las miradas.

Ahí estaba otra de las cosas que amaba de él: Todas las cosas que tenían en común. Les gustaba las mismas películas, bandas, marcas de ropa, comidas, lugares, actividades y libros.

¿Dónde podría encontrar otro chico que le encantara leer como a Oliver?

Pero, a diferencia de Iris, Oliver nunca tomaba en serio a los libros. Los leía, los comentaba por algunos días y nunca volvía a mencionarlos. En cambio Iris se enamoraba de aquellos diálogos, de los personajes, de escenas románticas y de las fantasías.

Iris era una enamorada del amor, siempre soñadora. Oliver por su parte era un adolescente maduro y responsable.

Ella podía recordar muy bien cuando en una clase, su profesora de Psicología les había preguntado qué era el amor.

"—El amor esta sobrevalorado. La gente cree que está enamorada cuando solo es un capricho, un desliz de sentimientos que te llevan a la obsesión. Bien por la gente que está "enamorada", pero yo no creo en esas cosas."

La respuesta de Oliver rompió una ilusión en Iris. ¿Cómo alguien no podía creer en el amor? Algo tan mágico, algo que movía montañas...

—Mi madre llama. Tengo que irme— Oliver se paró de su asiento, provocando que Iris se sintiera como una hormiga, era tan alto que la cabeza de la chica le llegaba a las costillas y normalmente le dolía el cuello de mirarlo.

—Hasta luego, Olly.

Él le beso la mejilla y partió.

Iris suspiro hondo.

No sabía cuanto llevaría curar esa maldita enfermedad. Cuanto tiempo le llevaría olvidar a su mejor amigo.

Cactus. [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora