Se encontraba en su cama, más o menos como todos los días. El hilito de luz que entraba por su ventana, medio cerrada, lo despertó del todo. Se levantó de la cama y se dirigió al armario, aquel que era más un trozo de madera que un armario. Abrió una de las puertas y cogió una de sus chaquetas. Ese día decidió ponerse la chaqueta negra de cuero, la que Alexia le regaló. Bajó al salón, el des ayuno ya estaba en la mesa, pan con un poco de leche; eran un sector pobre. Ese día, aparte de que no tenía hambre, había quedado con sus amigos, bueno, en realidad solo eran tres chicas, pero él lo pasaba bien con ellas. Tampoco podía quitarse de la mente que los juegos de Bakaris estaban a la vuelta de la esquina y que él tenía ya la edad para poder entrar dentro del bombo.
Su madre, al ver que no comía, lo paró y, con un tono un tanto alterado y grave, pues su madre era de carácter muy fuerte y arisco, como la mayoría de habitantes de Volcanis, le dijo:
- Hijo, ¿qué te pasa? - Le echó una mirada de arriba a abajo, como si inspeccionara con detalle cada uno de sus movimientos. Aiven, un poco nervioso, le responde.
- Nada, madre. Solo que hoy no tengo hambre, además he quedado con las chicas para hablar, como hacemos siempre. Y bueno, ya sabes... Este año ya puedo entrar en los juegos, tengo más de dieciséis años. - Se acomodó bien la chaqueta y miró a su madre, luego le guiñó un ojo y le volvió a decir. - He de irme. Tengo prisa.
No dijo nada más, salió del comedor echando humo, y no precisamente porque su poder era controlar el fuego, más concretamente la lava. Aiven era un chico alto, de unos veintidós años de edad. Tenía el pelo rojo, como casi todos los habitantes de ese sector; los ojos naranjas y la tez de un color moreno. Antes de salir se puso sus zapatos, eran negros y naranjas. Al ponerselos salió de casa, había quedado con las chicas en una de las plazas de la ciudad. La plaza era conocida por todos en su sector, a pesar de que en donde vivían no era la capital.
La ciudad parecía desierta, era cochambrosa, pero era nueva, o por lo menos la más nueva del sector, Aegniton. Habían cosas que podrían estar mejor, los bancos, las casas, los lugares públicos... Tenían apenas veinte años y ya parecía una de las ciudades más viejas de Los Sectores. Bakaris no quería invertir dinero en Volcanis, preferían invertirlo en las ciudades de los sectores ricos, Ishtis y Alundris. De camino a la plaza vio a Katty. Katty era un chica alta, con los ojos negros y el pelo del mismo color. Ella era astuta e inteligente y gustaba hablar y estar con Katrina.
Al acercarse un poco más la saludó:
- Hola, Katt... - Así la llamaba él. - ¿Dónde están las demás?
- Supongo que Alexia ya estará en el bosque. Yo iba a ver a Katrina, se ha retrasado mucho. He pensado que estaría en su buhardilla. - Le dijo a Aiven con una sonrisa.
El chico no dijo nada más, se quedó un poco extrañado, pensaba que habían quedado en la plaza. Se despidió con la mano y siguió andando hasta que Katty se perdió en el horizonte, justo por detrás de él.
Unos minutos más tarde llegó a la plaza, donde para su sorpresa no había absolutamente nadie, bueno sí, había un pequeño gato. Aiven lo reconoció de inmediato, era su gato Lucifer. Este corrió hacia él al verlo y el chico, algo mosqueado porque no sabía dónde habían quedado, le dice:
- Gato malo, deberías estar en casa... - El gato maulla y se va, su rumbo presuntamente era su casa, pero era un gato un tanto rebelde. El chico lo miró y se rió, luego puso rumbo al bosque.
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Bakaris: Un Mundo Misterioso
Fantasía*SINOPSIS* En un mundo nuevo y evolucionado, donde los seres humanos dominan la magia y el planeta está dividido en siete sectores con siete símbolos distintos, los gobernadores son elegidos mediante unos juegos que se celebran cada cinco años en la...