Katrina (I)

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Iba caminando con un libro entre las manos,  dejando que su instinto la guiase mientras disfrutaba de una intrigante lectura. Era un libro que había encontrado días atrás en la buhardilla de la casa de su abuelo y narraba la aparición de Aegniton,  historia de la cual era conocedora, pero que aún así le gustaba releer. Además, encontró en él algunos trucos de magia,  entre ellos unos pocos nuevos que intentaba aprender sobre las llamas,  su especialidad. Para ella las llamas eran como pequeños animalitos que, si sabías comportarte y tratarlos bien, te respondían con cariño. De hecho, ella misma le había puesto nombre a una en particular, Llamitas. Sabía que sonaba ridículo, pero era una buena compañía cuando se estaba aburrida, y debía admitirlo: tenía un gran aprecio a los animales y cuando se aburría se aburría de verdad. Por fortuna, a sus amigos eso ya no les parecía tan extraño, simplemente ella era un persona con sus veinte años que aún mantenía a su niña interior despierta, aunque solo la sacaba a relucir en contadas ocasiones, en especial cuando se relajaba y estaba con sus compañeros. Eso no quitaba que no supiera comportarse; de hecho, de los cuatro amigos probablemente era ella la más responsable del grupo y la más precavida. En ocasiones le tocaba asumir el papel de madre. No era algo que le molestase pues de pequeña le tocó hacerlo con su hermana pequeña, Alexia, dado que su abuelo no podía ocuparse de ambas. Ya tenía suficiente con encargarse de trabajar y cuidar de sí mismo. Fue un papel que se tomó con seriedad, y del cual hoy en día no puede evitar sacarlo a la luz en ocasiones con su hermana. De ahí que estén la mayor parte del tiempo discutiendo. No es que tuviesen mala relación… solo que a veces no se entendían bien. Alexia tenía un carácter algo más fuerte que el de su hermana y tendía a estar sería constantemente. No le gustaba ver cómo vivía en su mundo, sin acordarse de que debía regresar al suyo. Solía pasar de las cosas, muchas veces no conscientemente pero aun así Katrina no podía evitar crisparse con ella y acabar a gritos por la poca ayuda que le aportaba a su abuelo. En el fondo solo quería protegerla y llevarla por el buen camino pero eso era algo que, como hermana mayor que era, no podía admitirlo, su orgullo se lo impedía. Numerosas ocasiones fueron las que sin tener ella la culpa tuvo que disculparse con Alexia porque era capaz de estar días enteros sin hablarle y eso a Katrina le dolía.

Suspiró resignada y negó con la cabeza, queriendo apartar esos pensamientos para poder concentrarse en la lectura. Quería intentar acabarse el libro antes de llegar al bosque y poder practicar un poco. Siguió caminando con el libro entre las manos, salteando hábilmente los obstáculos, cuando oyó a alguien hablar cerca suya.

— Vaya vaya. ¿Viendo a ver cómo hacer para que Llamitas crezca, o estudiándote el libro de memória? —alzó la vista al reconocer a su amiga y sonrió ampliamente cerrando el libro.

— Un poco de ambas Katty. — la abrazó con fuerza y Katty le dio un beso en la mejilla. — ¿Qué tal estás?

— Bien, ¿y tu? Veo que entretenida con el libro. ¿Cuál es esta vez?

— “Aegniton Magnum: inicios y leyendas” este tiene pequeños trucos al final de sus páginas. Estoy intentando aprenderme algunos.— sonrió con algo de timidez y se puso un mechón detrás de la oreja.

Vio como Katty apartaba un poco la mirada, mordiéndose el labio, y no pudo evitar reír. Siempre que hacía eso ponía nerviosa a su amiga, no entendía muy bien por qué pero igualmente no preguntaba. Le parecía tierno a la par que extraño. Beso a su amiga en la frente y se enganchó en su brazo. Empezaron a caminar en dirección al bosque.

Llegaron al bosque entre risas y charlas y entraron a la pequeña zona donde había un claro. Ese trozo era el preferido de todos y al que iban a practicar y a entrenar. A Katrina le gustaba mucho; parecía una cúpula hecha de árboles donde soplaba una brisa agradable que arrastraba el aroma del bosque. Inspiró hondo, llenándose los pulmones, dejando que la suave brisa la envolviera. El bosque, después del ático, era su lugar preferido al cual iba tanto como podía. Si bien era verdad que una de las primeras veces que se habían reunido todos ahí tuvo un pequeño accidente que casi le provocó un infarto. Por aquel entonces aún tenía quince años y no controlaba su poder; de hecho, apenas sabía cuál era su poder. A ella y a su hermana les había tocado aprenderlo solas dada la ausencia de sus padres y no lo llevaban muy bien. Katrina decidió adelantarse a sus amigos e irse ella y Alexia al bosque para ir practicando e intentar aprenderse un hechizo antes de la llegada de los demás. En una de aquellas, en un intento de ayudar a su hermana pequeña, tropezó con una branca y cayó al suelo. El problema vino cuando al caer de su mano salió una llama y empezó a salir humo de la zona en la que había caído. Asustada vio cómo comenzaron a crecer las llamas y, desesperada, las intentó apagar con las manos, provocando que se quemase la mano izquierda, por irónico que pareciese. Al final fue su hermana pequeña la que consiguió apagar el fuego y fue en aquel momento donde supo que su especialidad eran las llamas. Desde entonces lleva una quemadura en la mano derecha y en el centro del claro hay un círculo de hierba ennegrecida.

Al recordarlo miró la mancha negra del suelo y, al alzar la vista, se topó con Aiven y Alexia.

Bakaris: Un Mundo MisteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora