Silvia pintaba los enrejados de un azul brillante. Había algo que la relajaba en ello. O quizá fuera porque el señor González no estaba en casa. Casi no había dormido al pensar en que ese día tendría que verlo. Había sentido alivio al llegar esa mañana y no ver su coche.
Una mujer había salido al jardín y se había presentado como Patricia, la niñera de Maryam. Le informó de que el señor González se encontraba en el despacho, pero que si quería cualquier cosa se dirigiera a la cocina.
Cuando lo volviera a ver, le diría que había cambiado de parecer acerca de acompañarlo a la fiesta. No podía hacer algo así. ¿Qué clase de locura se había apoderado de ella el día anterior?
Luego, cuando razonaba en los motivos para no ir a ese maldito cóctel, de pronto en su mente apareció una imagen de su madre.—Estoy bien —le había asegurado a Silvia cuando hablaron por teléfono. Pero supo que no era sincera. La verdad es que necesitaba una operación para un implante de cadera. Y, según su tía, que compartía la casa con ella en Florida, cada vez caminaba peor y era evidente que sufría mucho. Mas carecía de seguro médico y no tenía suficientes ahorros para pagar un hospital privado. De modo que intentaba negar que era una mujer muy asustada.
Fue ese problema lo que la impulsó a vender su parte del negocio de diseño de jardines a su socio, Kurt. No había querido hacerlo, pues había dedicado tres años a levantarlo y ya empezaba a dar beneficios. Sin embargo, necesitaba ayudar a su madre y, como no podía conseguir el dinero en el banco, la única alternativa había sido vender. Kurt se había mostrado encantado de comprarle su parte y le había ofrecido un trabajo con un buen sueldo. No podía quejarse. Salvo que, a pesar de que había conseguido suficiente para cubrir la operación, no bastaba para el proceso de rehabilitación.
El día anterior había jugado con la idea de conseguir un segundo trabajo por la noche. De modo que al oír a Victor González por teléfono, le pareció una buena idea,ya que significaba un paso adelante y todo ayudaba.
Pero al llegar a casa había pensado que no era normal que hubiera ofrecido semejante sugerencia. Solo Dios sabía lo que había pensado él. Quizá pudiera explicarle que el día anterior no había reflexionado con claridad, que le preocupaba tanto su madre que se aferraba a un clavo ardiendo.
El sonido de una puerta al cerrarse en la casa la sobresaltó. Se puso en cuclillas y alzó la cabeza, preguntándose si se trataba de Victor. Unos minutos más tarde vio a Patricia rodear la casa empujando el cochecito de Maryam.—Nos vemos dentro de un rato —se despidió con gesto alegre.
Silvia la saludó, aliviada. Volvió a concentrarse en el enrejado. No debía preocuparse de Victor González. Le diría que había cambiado de idea. Ya encontraría a otra mujer para acompañarlo. Después de todo, era un hombre atractivo.
Se puso a tararear una melodía mientras seguía pintando. Solo debía pensar en el jardín. Unos momentos más tarde una sombra cayó sobre la madera y alzó la vista sorprendida.—Hola —saludó Victor con una sonrisa—. ¿Cómo va todo?
—Muy bien —esperó sonar serena, aunque no se sentía así. El día anterior él llevaba puestos unos chinos y una camiseta. En ese instante
lucía un traje oscuro, camisa blanca y una corbata de colores. Aparte de parecer un hombre de negocios de éxito, se veía extremadamente sexy. De pronto, Silvia fue consciente de su desaliño. Tenía puestos unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta amarilla. Calzaba unas botas de cordones.
Dejó el pincel y se levantó. Sus ojos se encontraron y notó que el corazón se le aceleraba. La ecuanimidad parecía haberla abandonado.
Tenía unos ojos oscuros, pelo negro y tupido con un corte a la moda y un cuerpo poderosamente tonificado. Ancho y alto, daba la impresión de poder. También irradiaba el tipo de magnetismo sexual que costaba soslayar.—Me ha asustado —comentó, intentando ocultar su incomodidad—. No oí su coche.
—Aparqué a la entrada —le recorrió el cuerpo con la vista. Fue una mirada rápida y evaluadora, pero hizo que Silvia sintiera como si estuviera desnuda—.¿Crees que podría hablar contigo en la casa?
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Novia de Conveniencia (adaptación)
RomanceVictor González, no necesitaba a nadie para cuidar de su hija Maryam, él solo se las arreglaba perfectamente. Pero cuando sus circunstancias familiares amenazaron con interponerse en un lucrativo contrato decidió encontrar a una mujer que interpreta...