Capìtulo 13 (Penúltimo)

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Al despertar por la mañana, se encontraba sola en la cama. Se volvió al oír la puerta del dormitorio.

—Una taza de té —la dejó junto a la mesilla.

—Gracias—se volvió para mirarlo al tiempo que se  apartaba el pelo de los ojos. Notó que llevaba un traje.—¿Qué hora es?

—Casi las siete y media —se sentó en el borde de la cama y se agachó para besarla.

—Supongo que no puedes regresar a la cama, ¿no? —sonrió somnolienta.

—Me encantaría —le acarició el pelo—. Por desgracia, el trabajo llama. Hoy debo ir a la oficina —ella se sentó y se cubrió la desnudez con la sábana a la vez que recogía la taza de té—. Patricia vendrá en quince minutos.

—Será mejor que me levante y desaparezca.

—¿Por qué?

—No quiero asustarla.

—Soy un hombre adulto, Silvia —rió—. No creo que tu presencia asuste a
Patricia. Es una mujer casada con tres hijos —se inclinó para darle otro beso y el ruido de la puerta y la voz alegre de la niñera hicieron que se apartara—. Será mejor que me vaya. Escucha, hay algo para ti en la cómoda. Recógelo antes de irte.

—¿Oh? —se sentó y miró en esa dirección, pero no pudo ver nada—. ¿Qué?

—Míralo cuando me haya ido. ¿Crees que podrías hacerme un favor y llamar a Nancy en algún momento del día? Dile que la cena nos va muy bien.

—De acuerdo —asintió.

—Gracias. Pensaba que podíamos invitarlos aquí en vez de salir, ¿qué teparece? Le preguntaré a Patricia si puede cocinar algo.

—Si tú quieres —cuando Victor se marchó, apartó las sábanas y salió de la cama. Se puso la bata de él y fue a darse una ducha en el cuarto de baño contiguo.
Al salir, recordó que le había dicho que tenía algo para ella en la cómoda. Fue a echar un vistazo.

Había un sobre a su nombre.
Con el ceño fruncido, lo recogió y lo abrió. Dentro había un cheque por una cantidad que la dejó sin aliento.
Se sentó y contempló el trozo de papel. ¿Era eso lo que significaba para él? ¿Un accesorio que podía sacar en veladas de negocios y mantener feliz con un cheque?

Se sintió profundamente insultada. Antes de pensar más en ello, lo rompió en trozos pequeños y los dejó sobre el cristal de la cómoda.
Luego se vistió y bajó.
La sorprendió ver que Victor seguía en la cocina. Hablaba con Patricia. Maryam estaba sentada en la sillita alta y bebía algo de zumo. Alargó las manos hacia Silvia.

—Hola, cariño —besó la carita alzada.

—¿Quiere café, Silvia? —preguntó Patricia.

—No, gracias —le sonrió—. He de ponerme a trabajar —evitó mirar a Victor y volvió a besar a la pequeña—. Será mejor que me vaya —se apartó.

—Sí, yo también —Victor dejó la taza de café y fue a despedirse de su hija. Recogió el maletín—. Nos veremos luego, Pat —siguió a Silvia fuera de la casa.

—Gracias por el cheque —musitó ella—. Pero no puedo aceptarlo.

—¿Por qué no?

—De acuerdo con las reglas de nuestro engaño, creí que había dejado claro que no quería que me pagaras —entonces lo miró.

—No se trata de un pago —afirmó—. Es un regalo. Mira, sé que te preocupa la situación de tu madre, y yo puedo ayudar. Es así de sencillo.

Novia de Conveniencia (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora