Capítulo 10

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Silvia despertó sintiéndose desorientada. El sol había salido. Se estiró con pereza y alargó la mano hacia el lado vacío de la cama. De pronto, los recuerdos de la noche anterior regresaron con plena fuerza y giró la cabeza. Estaba sola.
Recordó la pasión explosiva que había encendido en ella, el contacto de su cuerpo duro contra el suyo. Luego, que lo había invitado abiertamente a la cama y el júbilo dio paso al reproche. ¿Qué iba a pensar de ella esa mañana?

Se sentó y se cubrió el cuerpo desnudo con la sábana. Apoyó la cabeza contra el respaldo y trató de recordar si le había dicho que lo amaba. Creyó que sí. Victor solo había pronunciado palabras de deseo, eso no le costó recordarlo. ¿Cómo iba a enfrentarse a él? Se sentía una tonta. Sin embargo, no podía afirmar con sinceridad que lamentara haberse acostado con él. Había sido una noche increíble. Nunca antes se había notado tan sensualmente viva. La había excitado y conducido a unas cumbres tan altas de éxtasis, que solo pensar en ello le provocaba deseo.
Miró el reloj de pared y quedó consternada al ver que eran casi las nueve de la mañana. No podía creer que hubiera dormido tanto.

Fue al cuarto de baño a ducharse y cambiarse.
Se puso un vestido amarillo y prestó especial atención a su pelo y al maquillaje. Quería parecer sosegada y ecuánime cuando lo viera. No quería que supiera lo vulnerable e insegura que se sentía respecto a lo sucedido entre los dos. Se puso unas gafas de sol y salió al patio. Su intención había sido ir a la cocina desde el exterior, pero encontró a Victor y a Nancy sentados a una mesa en el patio, con Maryam entre ellos en una sillita alta.

El calor era intenso. Victor bebía té frío.—Aquí llega —comentó al alzar la vista. Silvia sintió que el corazón se le aceleraba cuando se levantó y le sonrió.

Llevaba una camisa color crema y unos chinos claros. Parecía muy relajado al besarle la mejilla.

—Buenos días, cariño —murmuró al apartarse. Ella jamás había agradecido tanto unas gafas.

—Buenos días —logró sonreír y ocupó la silla que le apartó.

— Buenos días, Nancy.

—¿Cómo has dormido? —preguntó mientras le servía un vaso con té frío.

—Muy bien, gracias —observó a Maryam, que comía una tostada y tenía los dedos
pegajosos. La pequeña le regaló una sonrisa luminosa—. ¿A qué hora te levantaste, Victor? No te oí —le agradó la calma con la que habló.

—A eso de las siete y media. Lucy se puso a cantar y pensé que era mejor que me levantara antes de que te despertara. Estabas agotada —agregó con una sonrisa.

—Debió ser el champán —se concentró en Maryam y rezó para no haberle dicho que lo amaba. Sería demasiado humillante.

El teléfono sonó en la casa y Nancy se levantó para ir a contestar.

—Vuelvo en seguida. Silvia la observó partir con aprensión. Aún no se hallaba lista para quedarse a
solas con Victor.

—¿Cómo te encuentras esta mañana? —preguntó él en voz baja.

—Bien —no era capaz de mirarlo.

—¿Bien como maravilloso o bien no preguntes? —inquirió.

—No lo sé —la pregunta directa la incomodó—. Anoche per… perdí el control. No es algo que suelo hacer.

—¿Intentas achacarlo al champán? —sonrió con ironía.

—No lo sé. Tal vez. Alargó la mano y le quitó las gafas que llevaba. El gesto hizo que ella reculara. Era como si se hubieran desmoronado sus defensas.

Novia de Conveniencia (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora