Capítulo 07. El tiempo retornará

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Tu sabía muy bien cómo me hacías sentir, como me hacías estremecer...

Era 1996, la noche se teñía de negro con unas bellas estrellas que te llevaban al paraíso, que te hacia sentir tanto en tan poco. Nos encontrábamos en la azotea de tu casa. Te miraba, te observaba... y siempre me preguntabas si algo me ocurría, yo solo tenía ese temor de saber que pronto me dejarías, que pronto te irías con mis pedazos rotos dejándolos por todo el cementerio.

Cada vez que estábamos solos, frente a frente, mirándonos, el tiempo se congelaba, la vida se volvía tan pequeña que los minutos eras segundos y las horas, minutos. Miraba hacia abajo para no conservar el furor de tus ojos en los míos, eso era muy tentador y no me lo permitía. No decías nada, no había palabras que expresaran lo que sentías, las miradas decían más de mil palabras... las palabras que quedarían solo en ti, en ti por siempre.

Siempre he dicho que la lengua es el arma más poderosa que pudiera existir y que el dolor de una simple palabra no se compara con el gran dolor de una bala, simple dolor físico, mueres o quedas herido, pero un dolor emocional, miles y miles de pensamientos transcurrentés de recuerdos infinitos son acarreados en tu mente, de tal forma en la que, acabas adolorido y matándote a ti mismo, de la peor manera. Metafóricamente

Encontrar al amor de tu vida es como encontrarte a ti mismo frente al infierno y hasta se podría decir, que se sentiría mejor estar ahí. Repudiado dentro de olas de fuego.

Me rompí en mil pedazos frente a él, frente a ti, frete a nuestros propios demonios, los que nos trajeron aquí mismo. ÉL se había ido, me había dejado sola una vez más con mi agonía, uso como escusa su falta de felicidad, los problemas, la vida. Por ahora eso, solo se convertirá en un simple y estúpido recuerdo, siendo así, que en pocas horas ya no podre recordarlo más.

Mi vida y mi amor habían acabado para siempre, al igual que mis esperanzas.
Su ingratitud hacia nosotros, hacia mí, había perforado lo más inerte dentro de mi corazón.
Yo no era, ni seria, lo que él esperaba, la mujer de sus sueños, la que tomara de su mano para así llegar al cielo. Yo no sería nada de eso, jamás volvería amar con locura, amar con tristeza, amar con el corazón por fuera, donde se sienten las venas, la sangre recorriéndolas, los tendones frágiles, la amargura de probar la leche en mal estado, de sufrir o de dejase llevar por los pasillos de la incertidumbre.

Hoy, solo me he dedicado a pensar, que el sufrimiento solo alcanza su máxima expresión, cuando la persona lo permite, cuando la persona vive dentro del rosal, vive dentro de la jaula de los leones, de las fieras, de las malas personas, de las lenguas incasables de mentiras, de odio, de envidia, de secretos, de verdades. Cuervos que sacan ojos, pero el dolor no es el que las personas dañinas crean, es el que tu mente reproduce sin cesar hasta llevarte a la agonía infinita.

La gente sabia, dice que uno no se muere de amor, que no se muere por la falta y el olvido, que no se muere por extrañar su calor a tu lado. Ahora, en mi cuerpo, no existe tal calor, el frio lo cubre con una ligera capa de lágrimas de arrepentimiento,

Estoy en una cama de hospital, acompañante de mi soledad y donde acabaría mi transcurso de vida.

Las horas pasan y llego a creer que todo esto se va volviendo bastante tedioso, así que seguiré contando lo que sucedió con ÉL;

Lost against the wallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora