Tony Stark

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Advertencia: Muy corto.

Cada día una bella flor era dejada en mi escritorio, pero nadie parecía ser responsable ni saber algo al respecto, ni siquiera Jorah, mi compañero de oficina que no titubeaba en decirme que quería llevarme a la cama. Simplemente asqueroso.

Volviendo al tema de las flores...lo único que sabía era que al llegar a la Torre Stark y adentrarme en la oficina, iba a haber una flor diferente cada día, una más bella que la otra.

Me encaminé a la cocina que teníamos los empleados a servirme algo de café, pero cuando volteé para volver a mis archivos choqué con algo duro, más bien alguien.

-¡Oh por Dios! -Exclamé con espanto, al borde del llanto y del desmayo. La camisa de mi jefe, Tony Stark, se encontraba repleta de café. -Yo...yo iré...lo ayudaré señ-

-Desconocía totalmente la incompetencia de mis empleados -Me cortó con su voz tan grave e intimidante, casi tanto como su mirada que me ponía incómoda por sobremanera. Me sentía diminuta ante aquel hombre. Bajé la mirada. -Vuelve a tu trabajo -Me limité a asentir rápidamente y huir de allí. Habría jurado que antes de salir de allí escuché una risa, pero claramente era mi imaginación, ahora sólo me quedaba rogar porque no me echaran.

El día se estaba pasando terriblemente lento, y no podía dejar de pensar en mi estupidez ni en-

Fruncí el ceño cuando sentí como pateaban mi pierna, estaba a punto de insultar a Jorah cuando sentí una presencia detrás mío. No, por favor.

Y sí, era mi jefe nuevamente. Gracias a Dios estaba por enviar un mail a una empresa aliada y no jugando al pin-ball cuando me quedé tildada.

-Además de incompetente, distraída -Se alejó negando con la cabeza. -Habrá que hacer unos recortes aquí.

Aquello me había revuelto el estómago, hasta mis piernas temblaban. Estaba a punto de levantarme y rogarle que no me despidiera cuando él volteó y me guiñó un ojo. ¿Acaso eso era real? ¿Me había guiñado el ojo? De alguna manera, aquello me había calmado un poco, pero no evitó que ese sentimiento de temor se vaya.

Al día siguiente llegué a primera hora a la torre. Estaba a punto de entrar a mi oficina cuando, desde la puerta, vi a Tony colocando una margarita en mi escritorio, no podía ser cierto.

Dejé de respirar unos segundos en lo que él me miró y se paró derecho. Volvió a tomar la flor y me la dió a mí para luego irse con una sonrisa en los labios sin decir nada, dejándome con las mejillas extremadamente rosas y una sonrisa amplia.

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