Steve Rogers

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Advertencia: Años 40.

La fería había llegado a ciudad de Brooklyn y esta se encontraba feliz y llena de luces. Todo estaba repleto de risas, felicidad y cosas buenas para sus habitantes, que con ancias esperaban el evento, más para distenderse de toda la realidad del mundo que otra cosa, sólo querían un buen momento. Por lo que Steve, un joven escuálido y débil, había decidido (con ayuda de Bucky) pasar a buscar al trabajo a Louise y llevarla a la feria para divertirse un rato.

Louise Giggins era una joven curvilinea y unos pocos centímetros más alta que Steve Rogers. Si bien su cabello ondulado y sus ojos profundos color miel hipnotizaban a muchos fuertes soldados, la chica sólo tenía ojos para Steve.
Congeniaron tan bien desde el primer momento en el que se conocieron, cuando ella accidentalmente volcó un pedido en la ropa de él, que fue increíble para ambos. Sobretodo para Steve que, claramente, su fuerte no era ser un galán ni mucho menos.
Desde hace ya un mes que salían juntos y se veían, aunque la mayoría de las veces era para que ella cure las heridas que los matones le provocaban a Steve por ser más pequeño y por su sueño de ir a la guerra, sueño que ni se le ocurrió mencionarle a Louise ¿Por qué? Porque no quería que ella también diga que aquello era una locura. Prefería ahorrarse el discurso.

El joven acomodó su camisa un poco y, con algo de nervios, entró a la cafetería en donde Louise trabajaba. Sonrió cuando ella lo saludó con una enorme sonrisa en el rostro desde el mostrador. Ya se había quitado los patines por lo que se acercó y lo abrazó sin poder evitarlo, algo que hizo que las mejillas de ambos se vayan tornando cada vez más sonrosadas.

—¡Steve! —Dijo peinando su cabello a pesar de que seguía intacto desde la mañana. —¿Qué...qué haces aquí?

—Yo, bueno, yo pensé en que te gustaría ir a la feria conmigo —Con cada palabra la sonrisa ajena se fue ampliando.

—Claro que sí. Sólo esperame que estaba por terminar —Steve asintió y ella desapareció de allí rápidamente para poder cambiarse la ropa y colocarse perfume.

Cuando salieron de la cafetería a la poblada calle, lo hicieron tomsdos de las manos, y durante todo el camino hasta la dichosa feria, no dejaron de reír y hablar de temas al azar.

—Qué hermoso, Steve —Murmuró. Sus ojos se iluminaban al ver las brillantes luces de la feria, y los ojos de él se iluminaban al verla.

"Tú eres hermosa" Pensó Steve.

Le parecía tan única y buena que no dejó de admirarla hasta que ella lo tiró del brazo, obligándole a correr hasta la rueda gigante.
Ni bien se sentaron en la cabina, la felicidad de Louise hizo sonreír a Steve como nunca. Se sentía excelente saber que ella estaba feliz con él.

Por otra parte, la mente de la chica no dejaba de trabajar. Estaba en un gran dilema.
Se encontraba junto al hombre que quería a su lado, en un lugar precioso. ¿Por qué no? ¿Por qué no decirle que le quería con todo su corazón? No había nada que perder.

—Steve, tengo que decirt- —Pero aquella confesión fue interrumpida por un beso, un beso de Steve.

"Oh, por Dios" Pensaron ambos a la vez que los torpes labios del chico se movían contra los suaves y gruesos labios ajenos.
El cabello de Steve se vió invadido por las pequeñas y cálidas manos de Louise, que acercaba sus bocas aún más. Pero aquel momento fue interrumpido por el final del juego.

Ninguno dijo mucho después, sólo se sonreían mientras comían manzana acaramelada apoyados en el barandal del puerto, más alejados de todos.

—Me gustas mucho —Soltó Louise por fin. Steve sólo pudo mirarla como si fuera el ser más hermoso del universo, como si aquellas palabras fueran mejor noticia que entrar al ejército, y a pesar de que se habían besado, necesitaba saber que sus sentimientos eran correspondidos.

—También me gustas —

...

Las lágrimas caían del rostro de Louise cual catarata. Una de sus amigas del trabajo acariciaba su cabello para tratar de calmarla, otra la miraba con pena y otra le traía agua. Steve la había dejado plantada y había desaparecido. Nadie sabía nada de él, ni nadie lo había visto. Sólo escuchó rumores que se había unido al ejército, algo que le pareció una locura. ¿Cómo iba a desaparecer así sin más? Dejándola sola.
Pero para la mala suerte de Steve, la carta que él le había escrito explicándole todo y avisando que pronto iba a volver a verla, jamás llegó.

"—Tranquila, Louise. Por favor, deja de llorar —" le repetían una y otra vez. Pero nada pudo calmarla, nada pudo reparar su corazón roto.

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