3. Quemar

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Observa. Delicadamente, como los pétalos de una flor. Quemamos la primera página, luego la segunda, y se transforman en mariposas negras. ¿Hermoso, eh? Quemamos la página tercera con la segunda, y así sucesivamente, en una cadena de humo, capítulo por capítulo, todas las tonterías encerradas en estas palabras, todas las falsas promesas, las nociones de segunda mano, y las filosofías gastadas por el tiempo.

Fahrenheit 451. Ray Bradbury

Kyungsoo

La bala partió el aire en dos, atravesó el tiempo y los recuerdos para finalmente depositarse en el pecho de un chico de ojos rasgados. Poco le faltó para rozar su corazón, ese corazón que poco a poco fue perdiendo el ritmo, muriendo.

En un solo segundo, si escuchabas con atención, podrías oír el ruido desgarrador de una historia rompiéndose en pedazos mezclado con el llanto de un futuro convirtiéndose en cenizas.

Kyungsoo fue lo suficientemente rápido para evitar que el cuerpo de Jongin cayera al suelo, cayó él de rodillas mientras rodeaba el débil cuerpo del otro chico con sus brazos y depositó la cabeza del otro cerca de su pecho. Dejó que el asesino escapara, su dolor le impedía pensar en nada más.

Hacía frío, un frío común al ser una solitaria mañana de enero. Vio sus dedos temblar mientras acercaba su mano para rozar las mejillas del otro, mejillas que en días anteriores eran teñidas de un cálido rosado pastel. Tenía manchas de suciedad por todo su rostro, manchas y polvo que contrastaban con su piel sin imperfecciones.

¿Cómo llegaron ellos dos a este instante? ¿Porqué en un abrir y cerrar de ojos, el chico que más amaba en ese mundo descansaba en sus brazos manchado de sangre? ¿Por qué él? ¿Por qué ellos? Preguntas y preguntas que Kyungsoo se callaba para no gritarlas, preguntas ahogadas entre susurros que gritaban un solo nombre.

—Jongin...Jongin...—le susurraba, temeroso de que el chico que tenía entre sus brazos se rompiera en infinitos fragmentos y terminando así con ese abrazo que ansiaba que durase para siempre. Parecía tan débil y Kyungsoo se sentía tan indefenso viéndolo así.

Jongin abrió los ojos al escuchar su nombre y notó unas lágrimas que no eran suyas bajando por sus mejillas. El dolor en su pecho hizo que quisiera gritar pidiendo ayuda pero se encontró que simplemente le costaba hacer que su voz hiciera algún ruido.

—Quédate conmigo—le pidió Kyungsoo, una última promesa que Jongin no supo cómo hacer realidad.

El joven alargó la mano hacia el rostro de Kyungsoo pero este rápidamente agarró esa mano fría y temblorosa con la suya. Kyungsoo era cálido, transmitía una calidez que Jongin había envidiado desde el día en que se conocieron

—Est-ta bien, Kyungsoo. —le dijo, mirándolo con una mirada llena de un sentimiento que ni él mismo sabría describir. —Me al-legro de tenerte aquí en este momento.

La voz de Jongin era un débil susurro que se perdía como una suave brisa. Pero Kyungsoo pudo escucharla.

—Estaré siempre a tu lado, te lo prometo.

El instante en el que Jongin cerró sus ojos y dejó de respirar fue el mismo instante en el que Kyungsoo lo rodeó con sus blancas alas. Lo acunó en sus brazos y dejó que sus propias alas los rodeara a los dos, como si fuera a fundirlos en uno solo.

Un llanto ahogándose en la tristeza de una pérdida.

Una simple promesa muriendo en unos labios.

Porque Kyungsoo nunca iba a permitir que alguien hiciera daño a la persona que él estaba destinado a proteger. Incluso si eso significase hacer uno de los sacrificios más grandes, el más doloroso.

Angelus [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora