—El Laberinto es una creación tuya, es parte de tu sueño — Dijo Harold, mientras masticaba una página de El infierno de Dante — Verás, este es el mundo de los sueños que los muertos no pudieron cumplir. Todo aquí tuvo lugar alguna vez en la imaginación de cada ser humano que haya vivido... Así es, Nuestro mundo es tan extenso como los sueños.
—¿Eso significa que estoy muerto?
—Allí es cuando ocurre lo interesante. Mi viejo amigo, tú eres la única persona viva en este mundo. "¿Cómo llegué aquí entonces?" , es lo que quieres preguntar, pero la respuesta no es fácil de asimilar. Toma — Harold arrancó una página de El Infierno de Dante y me la dio — Cómela... el sabor de hará alucinar, será más fácil entender todo lo que diré.
—No puedo compartir la mesa con una cucaracha, no puedo comer si tengo una cucaracha frente a mí... ¿Podrías decirle que se vaya? —Kafka, quién estaba sentado frente a mí me miró fijamente, movió sus antenas unas cuantas veces, se levantó de la mesa y salió por la puerta.
—No le agradó lo que dijiste — Dijo Harold mientras seguía devorando El Infierno a mordiscos — Él es un humano también, agradecería que te disculparas con él cuando tengas la oportunidad. El pobre está devastado por ser recordado como una cucaracha y tu vienes y lo insultas de esa manera.
—Lo siento, no pensé que pudiera entenderme. Antes de irme me disculparé con él. Ahora sigue, explícame eso que decías... ¿Cómo llegué aquí? —Le dí un mordisco a la página que Harold me había dado y casi instantáneamente me invadió el éxtasis.
Mi sentido de la percepción se vio alterado de tal manera que a través de mi olfato sentía el olor a azufre, excremento y carne podrida que emanaban desde las profundidades del infierno, escuchaba los lamentos de los condenados y las súplicas por piedad que estos recitaban en canciones dedicadas al mismísimo diablo, y lo veía a él, al despiadado que asesinó a Brenda, cargando su lapicero negro y su cuaderno de portada blanca, riendo, burlándose de mí, creando estragos dondequiera que yo iba y penetrando con un cuchillo una y otra vez el abdomen de mi amada. Estuve a punto de gritar, pero el terror fue tanto que no pude.
***
Escuché una voz, al principio me sentí confundido, luego recordé donde me encontraba y abrí mis ojos.
—¿Cuál es tu nombre? ¿Lo recuerdas? ¿Quién eres? — Era Harold Hablándome —¿Puedes recordar si quiera tu nombre?
—¡No recuerdo nada maldición! Desde que llegué a este lugar solo recuerdo a Brenda.
—Jajaja, la primera vez es fuerte, ¿Lo pillaste? Mira a tu alrededor, ésto mi amigo, es la razón por la que no perdí del todo la cordura — Arrancó otra hoja de El Infierno y la masticó.
A mi alrededor el mundo estaba cambiando, todo se convertía en letras y éstas en sentimientos. Sentía el dolor de Dante cuando fue exiliado de su ciudad, sentía su impotencia al estar lejos de la mujer que amaba, en cierto modo el era muy parecido a mí.
—Los poemas... si solo lees sus letras no los entenderás, pero lo que éstas esconden es el lenguaje puro del alma, un lenguaje universal. Ahora viejo amigo, volvamos al tema principal ¿Cómo llegaste hasta este mundo? Bien, es simple. Tú estás muerto... por dentro. Cuando Brenda murió tu lo hiciste con ella. Estabas de pie, respirabas, tu corazón latía pero no había nada dentro de ti. En tú esfuerzo por traerla de vuelta de la muerte creaste esta historia, pero quedaste atrapado en ella — En ese momento Kafka entró a la sala y se sentó nuevamente en la silla que estaba situada frente a mí, su rostro de cucaracha no reflejaba expresiones.
—¡Oh Kafka volviste! ¡Enhorabuena! Lo que sigue a continuación, bueno... Tú eres mejor explicándolo, a mi no se me da muy bien el surrealismo, pero antes ... Cierta persona quiere decirte algo— Por un momento pensé que me encontraba en una especie de comedia, no pude evitar reír, por primera vez desde que llegué a este lugar estaba riendo.
—Lo siento Kafka, fui un insensible. Por favor, discúlpame — Que absurda aquella escena. Estaba hablándole a un hombre-cucaracha de metro y medio que estaba sentado con las patas cruzadas frente a mí. Tenía que ser una broma. Todo debía ser una broma. Quizás era un sueño y al despertar encontraría a Brenda a mi lado... cierto, Brenda. La había olvidado. Un dolor apareció en mi estómago y se esparció por todo mi cuerpo como un virus, estaba enfermo de dolor. Me rendí al llanto. Lloré por Brenda, lloré por Harold, Kafka y por todos los que vivían en este mundo. Lloré por mi mismo.
—No tienes por qué llorar — Escuché decir a una voz gruesa. Levanté mi rostro y miré a Kafka —Deberías sentirte feliz porque existe un mundo en donde las personas que quieres nunca mueren — Era una cucaracha hablando, había una cucaracha de dos metros frente a mí hablando. No... Era Kafka, el ahora inmortal
—Continuando la explicación de Harold...— Dijo Kafka — Tú quedaste atrapado en este mundo luego de perderte en tus escritos, lo que comenzó como una necesidad de inmortalizar a Brenda se convirtió en una obsesión por salvarla y de alguna manera diste con la idea de que el mundo real, es de hecho la historia de alguien más y que así como tú estás vivo ella lo está en tu libro, así que te metiste en él. Te escribiste dentro de una página de papel.
—¡¿Cómo es que no recuerdo nada de esto?! ¡¿Cómo es que tú lo sabes?! No tengo ni el más pequeño recuerdo de ésto, esto no puede... — Aún salían lágrimas de mis ojos. El dolor permanecía presente en mis huesos y nervios, y su origen se encontraba en mi alma destrozada.
—¿Cuál es tu nombre? ¿Qué fecha es hoy? ¿Quién eres? No puedes responder a ninguna de estas preguntas, ¿Cierto? Hoy es 28 de Marzo. Te quedaste dormido mientras escribías el capítulo final de tu historia y llegaste a este mundo; al mundo de los sueños de los poetas muertos y no despertarás hasta encontrar el final. Este desastre que ha causado tu obsesión podría detener el curso del tiempo mismo en el mundo real.
— ¿Cómo puedo encontrar el final? — Mi llanto se había detenido.
—Este mundo existe, todos nosotros existimos, pero nadie puede entrar aquí, a no ser que posea una máquina de los sueños. Solo existen tres, una está en El Laberinto del que acabas de escapar, esa en la que escribías esta historia, la segunda la tiene Harold en su bóveda en el país detrás del espejo y la tercera la trae El Escritor consigo todo el tiempo. El Escritor, ese es el nombre del hombre que te persigue.
—Esto es demasiado... Es más de lo que esperaba ¿Quién es él? ¿Quién es el escritor y por qué me persigue?
Harold, quién había permanecido distante de la mesa, se sentó nuevamente.
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Atemporal
Short StoryToda mi obra; El prólogo de mi muerte. Las letras que yacen escritas sobre estas hojas de papel son lo que quedará de mí cuando me haya ido.