Debo admitir que la primera vez que lo vi, el miedo que su figura infundió en mi fue mayor que el deseo de venganza. Me acobardé ante el hombre que la arrebató de mí, pero yo parecía no interesarle. Caí de rodillas, tan patético. Mi único amor estaba muerto. A juzgar por el color de su piel sus venas ya debían estar vacías. Ella murió en mis brazos.
Cuando la policía llegó el hombre de negro ya se había ido. No encontraron pruebas para inculparme por el asesinato de Brenda. No habían huellas, ni rastros de ADN. Tampoco fue encontrada el arma que fue usada para causar la herida en su estómago.
Después de cuatro años su muerte sigue siendo un misterio para todos. Muchos piensan que yo la maté. Durante un tiempo pensé lo mismo. Pero la verdad es que hubiera preferido tener que matarme a mi mismo antes que perderla.
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Atemporal
Short StoryToda mi obra; El prólogo de mi muerte. Las letras que yacen escritas sobre estas hojas de papel son lo que quedará de mí cuando me haya ido.