La muerte de Harold

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—Necesito darte una motivación ¿Cómo te gustaría morir? — Preguntó Harold.

—De cáncer. Rodeado de las personas que quiero... y degustando un último pedazo de La Divina Comedia.

Harold soltó una carcajada. Lágrimas salieron de mis ojos. Un momento de serenidad después de un mar de tragedias, un oasis en el desierto, una llovizna en las profundidades del infierno, él siempre fue eso para mí y ahora tenía que irse. Buscó un ejemplar de La Divina Comedia en la biblioteca, era precisamente el último que quedaba, me reí ante la ironía. Lo partió en varias partes con un cuchillo como si fuera un pastel y me sirvió un trozo de El Paraíso. 

—Tengo leucemia, moriré en cinco minutos — Dijo mientras masticaba — ¿Hay algo que quieras decirme?

—No pude salvarla — Brenda era en lo único que podía pensar, creo que se debía a las letras de Dante entrando a mi organismo, el paraíso no existiría sin ella — No podré hacerlo.

— Al fin lo pillaste ¡Jajaja! ¿Qué tal la comida? ¿Qué otra cosa quieres decirme? 

— Buena buena... Aunque ya sabes, hubiese preferido algo de El Infierno. Y si, hay otra cosa que quiero decirte. Gracias por ser mi amigo durante todo este tiempo, me he sentido solo sin ti, Brenda... Esa mujer si que sabe como herirme, ¿Sabías que es experta en cuchillos? Ella y El Escritor son ...  — Ya habían pasado cinco minutos, Harold tenía la cabeza enterrada en el plato de comida. Estaba muerto. Su rostro se veía feliz. Comprendí porque eligió El Paraíso como cena. 

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