capítulo once.

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(Parte 1 de 2)

SI SunHee tenía alguna duda sobre los sentimientos de Mark, los días siguientes la habrían despejado porque apenas lo vio.

Fiel a su palabra, dormía en la habitación pequeña y se iba a la oficina antes de que ella se levantara.

Era difícil de aceptar, porque se había acostumbrado a dormir con él y para ella era casi imposible dormir sin tenerlo al lado.

Perdió el apetito pero se obligó a sí misma a comer por el niño.

Para añadir más angustia, los mareos y las náuseas que apenas había sufrido hasta ese momento, empezaron a hacerse sentir.

Como tantas mujeres, descubrió que las náuseas no aparecían sólo por las mañanas.

Eran unos momentos terribles, pero estaba determinada a soportarlo todo.

No había sabido lo que era sentirse sola hasta que Mark decidió apartarla completamente de su vida.

Llegaba tarde a casa por la noche, ya cenado, y se encerraba en su estudio hasta que se iba a dormir.

Si se cruzaban en la casa, él se portaba de forma educada pero distante y ella lo soportaba porque sabía que tenía derecho a estar herido y furioso.

Sólo una vez intentó ella romper el muro que los separaba.

El domingo siempre había sido el día en que Mark se relajaba.
Por regla general, nunca se llevaba trabajo a casa y normalmente lo pasaban haciendo algo especial.
Ella no esperaba que siguiera siendo así, pero tampoco había esperado que se encerrará en su estudio todo el día. Sabía por qué lo estaba haciendo y la ponía furiosa.
Podía soportar que quisiera castigarla, pero no a costa de ponerse él mismo enfermo.
Fue esa preocupación lo que hizo que se dirigiera a su estudio esa noche.
Cuando él levantó la mirada SunHee pudo ver sus ojeras y su corazón se llenó de angustia.

—Estás trabajando demasiado, Mark. Hay un documental en la televisión de los que te gustan. ¿Por qué no vienes a verlo conmigo? —sugirió esperanzada.

Si él se ablandará un poquito, quizá podrían hablar.

—Tengo muchas cosas que hacer —rehusó el, volviendo a poner atención en los papeles.

Con lágrimas en los ojos, dijo:

— ¿Ni siquiera vas a sentarte conmigo un ratito? Te echo de menos —comentó temblorosa.
—No recuerdo ninguna parte de nuestro contrato matrimonial en la que diga que debo entretenerte —Mark contestó sin mirarla, por lo que SunHee no pudo ver su gesto de dolor.
—Por lo menos deja de trabajar. Estoy preocupada por ti.
—No tienes por qué. Te absuelvo de cualquier responsabilidad sobre mi salud.
— ¡Maldita sea, no me digas que no tengo derecho a preocuparme!
—Creía que no te importaría.
— ¿Ah, sí? ¡Pues crees demasiadas cosas! —después de un segundo, intentando controlarse preguntó—. ¿Cuánto tiempo va a durar esto?

La expresión de Mark era helada.

—Te dije cómo sería, SunHee, y lo aceptaste cuando decidiste quedarte. Si mi dinero no es suficiente compañía es problema tuyo, no mío. Ahora, si no te importa, me gustaría seguir trabajando.

Con furia impotente, ella se dio la vuelta y cerró la puerta de un portazo.
Después de eso, no volvió a intentarlo.
Descubrió que aún tenía algo de orgullo.

Madge se dio cuenta de que cenaba sola y de que alguien estaba usando la habitación pequeña, pero no dijo nada hasta el jueves siguiente cuando SunHee, al volver del despacho, fue a la cocina para hacerse un té.
Se acababa de sentar cuando Madge dijo:

STOLEN LOVE ; MARK TUANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora