VOl. II

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Nos quedamos cuando el viejo irrespetuoso se fue de la primer visita ¿no? Bueno, esa noche, como ya les había adelantado, no pude dormir. Dando tres mil quinientas vueltas en la cama por hora, no llegaba ni cerca de conciliar el sueño. Mi mente no se quería quedar en blanco ni por un segundo. Una rara sensación de rabia que tapaba la boca de mi estomago, hacia mas difícil para mi persona encontrar una mínima dosis de sueño. Pero hasta que se hicieron las cinco de la mañana y al fin pude encontrar lo que tanto me costo buscar. El sueño bajo lentamente a mi mente y mi cuerpo, pero no seria por mucho tiempo. Habré dormido veinte minutos, pero fueron los veinte minutos mas largos y llenos de pesadillas que alguna vez pude llegar a tener. Obviamente, no descanse una mierda esa noche. Y cansado de buscar algo que se veía mas lejos que yo entrando a una iglesia, me levante y me prepare una buena taza de café bien negro, para por lo menos tener una razón mas para no dormir. La mañana paso mas lento de lo que pasa la vida del solitario, pero al rededor de las 11:30 de la mañana, golpean la puerta nuevamente. Era el viejo, otra vez. Pasa y automáticamente se prepara su café como si fuera su casa. Y si, sigo pensando que este viejo toma confianza muy rápido y que no tiene respeto por nadie.

Al comenzar la charla, me interroga si disfruto la luz del día, a lo cual le contesto que no. No me gusta la gente, siento un poco de fobia y asco por quienes habitan el mundo, o sea, por algo estoy tan solo ¿no? Pero el me retruca obligándome a salir de la sombra del techo artificial. Me quiere obligar a que conozca gente, a lo cual me niego, por mi podrido carácter la gente no se me acerca, o lo hace y después se aleja. Pero tal vez un poco de compañía me haría bien. Ese día, el Viejo me saca a caminar por la ciudad. Me siento como un perro que lo sacaron a pasear, me falta la correa en el cuello y la evolución estaría completa.
Al llegar a la plaza, me hace observar mi alrededor en busca de gente con la que me pueda comunicar. A mi derecha, veo un joven sentado leyendo un libro. parece ser una novela. El Viejo me obliga a sentarme a su lado e iniciar una conversación social.

-¿que libro estas leyendo?- le pregunto con algo de timidez.

-Me gustaría contestarte, pero me lo encontré en la basura y ya no tenia la tapa, ni las primeras 5 paginas- contesto con algo de pena.

-Entonces, ¿de que trata?- pregunte.

-De un foto-periodista que pierde su familia en un accidente, y cae en una especie de búsqueda de puertas al infierno.

-Se escucha bastante interesante la lectura- comente.

Tengo que admitir que era lo mas lejos que llegue en una conversación con alguien. Hacia meses que no hablaba con alguien así.
El joven me empieza a contar entusiasmado sobre su lectura, mientras yo voy imaginando toda la secuencia de lo que él me cuenta, como si fuera una película de Hollywood.
En el asiento de enfrente esta sentado el viejo bastardo, mirándome fijamente sin sacarme los ojos de encima, por lo que le pregunto al joven si quería seguir contándome la historia mientras caminábamos, a lo que accedió muy gentilmente. Mientras estiraba un poco las piernas, el joven lector me comienza a contar historias de su autoría, mientras yo seguía haciendo lo que mejor me sale hacer con la mente, imaginar la historia.
En el recorrido que estábamos haciendo por la plaza, aparece otro joven que parece ser el hermano gemelo del joven apasionado por la lectura, pero este lleva una cámara de fotos. El joven fotógrafo se une a nuestra vuelta, y le propone a su hermano visitar el nuevo bar de la ciudad. Al terminar de escuchar la propuesta, el joven lector, me ve y me hace la misma propuesta. Me costó aceptar la invitación pero accedí. No quiero tener al viejo encima con sus moralejas de sabio viejo. Al terminar de contestar afirmativamente la invitación, el joven lector me pide mi numero de celular para poder avisarme donde y a que hora será el punto de reunión. Luego de eso, ambos se despiden y toman su camino. Yo vuelvo al mio en busca del viejo, al cual no encuentro hasta llegar a mi casa y ver la puerta abierta. Trato de evitar imaginar que fue el viejo y que entraron a robar, pero no, era él. Parece que vive en un lugar sin puertas. ¿Que cuesta cerrar la puerta?
Al entrar lo veo sentado en mi lugar.

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