Rhonda

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Un par de horas en silencio, ni una palabra sobre lo ocurrido. No estoy pensando en lo que ha pasado, intento dispersarme. No aguanto más en esta familia de mentiras. Una lágrima me desborda el ojo y pienso en el suicidio como una salida a este dolor. Lo de papá y Gabriel, lo de mamá y lo de nuestro primo. Tantos problemas y todos son iguales, porque nadie habla de una vez y cuenta la verdad. El día está soleado, aunque algunas nubes acechan a lo lejos, supongo que siempre habrá problemas, tengo que ser fuerte y resistir. El contraste de mi preocupación con la pasividad de mi madre me hace ponerme de los nervios. Es que nunca va a reaccionar o que. No pienso ser como ella, ni como papá, ni como Gabriel, voy a tomar mis propias decisiones.

- ¿En qué piensas tanto?

- En si papá pensará en su amante cuando se acuesta contigo.

Me mira sorprendida y me golpea la cara con la mano abierta. Mi cara choca contra la puerta del asiento del coche y creo que me he hecho daño. Me duele la cara y la cabeza.

- Lo siento cariño, yo no pretendía

- Te odio. – Lo dejo claro para que no intente seguir.

El resto del viaje pasa en silencio hasta que llegamos al campamento de Gab. Al encontrar aparcamiento lejos de la puerta he tenido que bajarme para ir a buscarlo, cosa que no entiendo porque tiene dieciséis años y yo soy la hermana menor, ¿es que no debería ser al revés? Lo encuentro con su mochila a espaldas, el primero de la fila. Me acerco a él corriendo, pero en la carrera una mujer sale de un BMW blanco y choco contra ella.

- Disculpe, ¿está bien?

- Sí sí, no te preocupes por mí.

Me aseguro de que se mueve y llego hasta Gab.

- Hola hermanita. – Está un poco serio, como ocultando algo, pero bueno supongo que con los secretos de la familia ya es motivo suficiente para estar así.

- Hola Gab, vamos que mamá tiene prisa.

Volvemos al coche y me coloco en el asiento de atrás, al salir del campamento siento que he dejado algo allí, es una sensación muy extraña.

- ¿Qué tal todo? – Pregunta Gab intentando romper el hielo.

Le dedico una mirada de intenso enfado para que lo entienda, y así es, no hablamos en el resto del camino. Imagino mi vida sin los acontecimientos que han ocurrido los últimos días. Asesinato, infidelidad y secretos. Paramos en el supermercado para comprar un par de cosas. Mamá me deja el dinero y voy con Gabriel. Al entrar por las puertas automáticas tengo frío, la entrada está en la zona de las neveras. Cojo las cosas rápidamente para que no me miren mucho por ser negra. En esos momentos es en los que entiendo cómo se debe sentir papá, juntándose con una blanca para que le miren mal. Siempre se ha creído infravalorado por trabajar en un supermercado mientras que mamá estudiaba para ser periodista, ahora mamá es una periodista de éxito y papá un cajero de supermercado. Me identifico más con él, aunque no me parece justo lo que ha hecho. El carro se ha llenado de patatas fritas, pepinillos y crema de aguacate, perfecto para una noche de chismes con Gabriel. Paso por la caja de papá y me mira con cariño, él me entiende.

- Esta noche hablaremos princesa.

- Papá, no me llames princesa. – Me sonrojo.

Volvemos al coche con la compra. A punto de llegar a casa recuerdo que tengo que ir a visitar a la abuela y le pido a mamá que paré.

- Yo iré con mamá a colocar la compra. – Dice Gab.

- De acuerdo.

Doy un paseo hasta la pequeña y antigua casa de la abuela, tiene un pequeño jardín en la entrada, aunque solo hay césped me parece un lugar muy bonito. El tejado rojizo es cruzado por un canalillo de pvc para las lluvias. Y la puerta tiene un timbre con una canción que desconozco y que no me gusta nada, por suerte se rompió hace unos días. Toco a la puerta y a los pocos segundos abuela está abriéndome, es muy ágil para tener sesenta años.

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