Drew

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Despierto de golpe en medio de la noche, un estruendo ha interrumpido mi descanso. Supongo que es un rayo y me vuelvo a acostar, pero vuelvo a oír el golpe. Viene de la habitación de al lado. Me levanto y salgo de mi cuarto. En el pasillo no veo nada, enciendo las luces y toco en la puerta de la habitación de mamá y papá pero nadie me contesta. Entro nervioso y reviso todo pero no hay nadie. Extrañado me dirijo al piso de abajo para ver si están en la cocina. Mientras bajo las escaleras oigo un ruido desconocido para mí, es como una serie de golpes a algo pegajoso. Termino de bajar las escaleras y veo una sombra en el suelo. En la cocina encuentro a papá golpeando algo del suelo.

- ¿Papá? –Deja de golpear y se da la vuelta, tiene un cuchillo en la mano, me acerco para ver que hay en el suelo. Es mamá.

- ¡Mamá! – Corro hacia su cuerpo, le toco la cara y está fría, no puede ser. Siento un frío que duele.

Y de nuevo despierto entre sudores fríos y jadeos, esta vez el sueño ha ido más lejos, nunca había llegado a sentir ningún frío ni nada. El recuerdo de la noche de la muerte de mis padres me atormenta desde aquel día, y eso que han pasado varios años ya. Me suena el móvil, es Cati.

- Siento interrumpir tus horas de sueño vitales a las doce del mediodía pero, ¿prefieres fiesta en casa o salimos?

- Una persona sana no renuncia a sus sueños, por eso voy a seguir durmiendo. –Hago un intento de colgarle el teléfono pero se pondría como una furia. –Tengo ganas de salir la verdad, necesito un poco de aire fresco.

- Eso está hecho, mandaré un mensaje al grupo para avisar. – Parece que no se ha enterado de la broma.

Cuelgo y me levanto de la cama. Hay mucho por hacer, tengo que recoger la casa. Mientras desayuno recibo varias felicitaciones de cumpleaños de familiares y amigos pero no les doy mucha importancia, me entristece recordar que un día como hoy hace unos años me quedé huérfano. Lo sobrellevo como puedo. Me termino el café y me visto para salir a comprar unas cosas. Me pongo unos vaqueros clásicos, una camiseta blanca y unas deportivas, algo sencillo para ir a comprar.

Al salir a la calle siento el día frío, algo raro porque estamos en verano, pero supongo que será natural. Al cruzarme a gente por la calle nadie me saluda, supongo que tendrán prisa. Me choco con una señora mayor y cae al suelo, intento ayudarla a levantarse.

- Lo siento señora

- Quita, quita, tengo prisa, hoy es el día.

Menuda antipática pienso y sigo sin más percances hasta el supermercado. Paseo dubitativo por la sección de fruta y veo a otra señora, esta vez no tan mayor, de unos cincuenta años, siento algo extraño. Como si tuviera la necesidad de acercarme y hablar con ella, así que lo hago. Veo que tiene rasgos japoneses así que aprovecho para usar lo que he aprendido estos años y le hablo.

- ¿Cómo? Pero quien te crees que soy yo. Que tenga rasgos asiáticos no significa que sea china.

- Perdone pero le he hablado en japonés no en chino.

- ¿Y cuál es la diferencia? Me estas juzgando solo por verme. Menuda gentuza los jóvenes de hoy en día.

- Vaya, perdone señora, no pensé que

- No, no pensaste, te dejaste llevar por mis apariencias.

¿Pero qué le pasa hoy a la gente? Ya le he pedido perdón y sigue.

- ¿Cómo se llama? – Pregunto para calmar el ambiente.

- Susan, ¿y usted?

- Drew, bonito nombre. Su marido tiene que estar feliz con una mujer como usted a su lado.

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