Introduccion(8)

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Durante siete años la estrella de Cagliostro fue en ascenso. Ocurrió entonces el “affaire” del collar de diamantes en el que el Cardenal de Rohan, amigo de Cagliostro, fue víctima de la confianza de una embaucadora, la Condesa de la Motte Valois. Cagliostro fue juzgado como cómplice, pero no lo había sido, por lo que finalmente fue absuelto. Sin embargo, su absurdo comportamiento durante el juicio y su extravagante “historia de mi vida”, que leyó en voz alta ante el tribunal, hicieron de él un hazmerreír y fue desterrado a Londres. Cometió el error de ir a Roma, donde se le detuvo como francmasón y murió en las mazmorras papales en 1795. Por entonces, ya había tenido lugar la Revolución Francesa. Miles de aristócratas habían muerto en el Terror, y otros centenares más habían huido a América. Entre éstos, evidentemente, se hallaban muchos de los que Cagliostro había iniciado en la masonería egipcia. La posteridad ha decidido que Cagliostro era básicamente un impostor. Sin embargo, tal como he indicado en The Occult, también era un mago” que poseía auténticos poderes.

Entre éstos se incluían la clarividencia, la profecía y el don de hacer curaciones, este último desarrollado en muy alto grado. ¿Cuál era la diferencia entre la masonería egipcia y la variedad usual? Afortunadamente no hay necesidad de especular. A.E. Waite ha descrito a fondo la masonería egipcia en su New Encyclopedia of Freemasonry (1923). En lo referente a la forma menos esotérica de masonería a la que fue iniciado Cagliostro por primera vez en Londres, tenemos una descripción de la misma en el libro de W.R.H. Trowbridge sobre Cagliostro (1910). Este fue llevado a presencia de los demás Hermanos e izado hasta el techo con una cuerda para simbolizar su completa confianza en la voluntad del Cielo. Seguidamente se le vendaron los ojos, se le puso una pistola cargada en la mano y se le ordenó dispararse a la cabeza. Al mostrar la natural vacilación, se le ordenó que jurara obedecer a sus superiores sin dudarlo. De nuevo se le entregó la pistola, esta vez descargada, y Cagliostro la coloc6 bastante tembloroso contra su frente y apretó el gatillo. Al mismo tiempo fue disparada otra pistola y se le sopló sobre la cabeza. Seguidamente se le retiró la venda de los ojos y Cagliostro fue declarado masón.

Evidentemente, el rito de la Logia de la Esperanza era bastante sencillo, por no decir tosco. El Rito Egipcio era bien diferente. El candidato ya tenía que ser masón. Antes de la ceremonia se le dejaba en una habitación con la imagen de una pirámide, probablemente la Gran Pirámide de Cheops, sobre la que debía meditar. Entonces, después de llamar golpeando siete veces, era admitido 41 pie de un trono, y un maestre vestido de blanco pronunciaba un discurso extremadamente largo que constaba de dieciséis capítulos, empezando por la filosofía natural y sobrenatural e incluyendo una parte sobre la fundación de la masonería por Salomón y otra sobre el “uso de las Fueras Ocultas”. Todo esto pone en claro que la diferencia entre la masonería ordinaria y la masonería egipcia consistía en que la primera era, y aún lo es, una variante directa del Cristianismo, mientras que la segunda se basaba en la Filosofía Hermética, es decir, en la magia. Salomón no sólo fue el constructor del Templo, sino también un legendario mago, supuesto autor del famoso libro mágico medieval The Key of Salomon. Además, el no menos legendario fundador de la magia, Hermes Trismegistos fue a Egipto, donde era conocido como Toth. El más celebrado cuerpo de escritos mágicos y místicos, Corpus Hermeticum (incluyendo la Tabla Esmeralda) era atribuida a Hermes el Tres Veces Grande (ahora se sabe que la mayor parte del Corpus data del segundo siglo d.J.C.).

La razón por la que Cagliostro creyó firmemente que su masonería egipcia era superior a la corriente consistía en que aquella procedía de los orígenes de la magia y de la “filosofía oculta”. El masón corriente debe conocer su Biblia. En cambio, el masón egipcio debía saber algo de astrología, alquimia, filosofía mística y magia ritual. Cagliostro conocía algo, quizá mucho, de todas estas materias. Los Maestres debían saber mucho más.

El Necronomicon - El Libro de los Nombres MuertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora