Lo primero que me causó una enorme sorpresa fue el racismo de Lovecraft: fulminaba vengativamente a judíos, negros, hispanos, árabes, polacos y el resto de la “escoria” que encontraba en los autobuses de Nueva York. Al principio de su carrera, Lovecraft era partidario del pensamiento de Nietzsche. Al igual que éste, creía que la raza humana se compone de Amos y Esclavos, y esto hace que haya dos moralidades distintas completamente. Ello confirmó mi opinión de que el impulso básico que hay tras la obra de Lovecraft es un deseo de escapar a la realidad cotidiana, de hecho hacia lo que de algún modo le haga vengarse de la realidad que tanto le asqueaba. Tanto Sprague de Camp(2) como Lin Carter(3) han discutido conmigo este punto, así como también con Derleth. El propio Lovecraft habló sobre ello ampliamente en una de sus cartas fechada el 30 de octubre de 1929. Escribió:
“No soy el único en ver un problema realmente serio para el esteta sensible que quiera mantenerse vivo en medio de las ruinas de la civilización tradicional. De hecho, en el hombre moderno interesado por lo creativo es tan general una actitud de alarma, dolor, disgusto, retroceso y estrategia defensiva, que muchas veces he intentado permanecer callado por temor a que mi sentimiento personal pudiera ser confundido con un sentido de imitación afectada. Dios, hombre, observad esta lista... Ralph Adams Cram, Joseph Wood Krutch, James Truslow Adams, John Crowe Ransom, T.S. Elliot, Aldous Huxley, etc... Cada uno tenía un plan de escape diferente, aunque cada uno reconoce que es lo mismo aquello de lo que hay que escapar...”.
Pero todo esto apenas llega a ser una crítica de Lovecraft, no más de lo que se hizo de Elliot o Huxley. Parece lastimoso que todos ellos desearan escapar y, sin embargo, cada uno de ellos se aferró a sus propios valores. Y yo, ciertamente, sería el último en condenarlos. Mi interés personal por Lovecraft arranca del hecho de que yo, lo mismo que él, fui muy sensible en mi adolescencia y primera juventud. Solía pasear por Londres en una especie de paroxismo, de aborrecimiento por la moderna civilización. Pero era consciente de que tal actitud era negativa, casi suicida. Y en la época en que empecé The Outsider, a los 23 años, pude ver claramente que el problema consistía en cómo dejar de estar a la defensiva, cómo crear nuevos valores en lugar de, simplemente, intentar conservar los antiguos. A pesar de ello, no siento más que admiración por la magnifica intransigencia de Lovecraft frente a un mundo que se le aparecía fútil y destructivo.
Mi propio método de “criticar” a Lovecraft fue escribir tres obras de ficción basadas en los Mitos Cthulhu: The Mind Parasites, The Philosopher’s Stone y The Return of the Lloigor. La primera de ellas fue escrita por indicación de Derleth y publicada por Arkham House en 1966. También a petición de Derleth, escribí la novela corta Tales of the Cthulhu Mythos. Originalmente tenía la intención de que no fuese más que un relato corto, pero nunca me he sentido cómodo en un medio que dispone de un espacio tan pequeño para desarrollar las ideas. Return of the Lloigor me hizo dar perfecta cuenta de que habíamos estado equivocados respecto a los últimos años de la vida de Lovecraft. Su creatividad se agotó. Repetidamente manifestó a sus amigos que había decidido dejar de escribir. La razón es que la “narración Lovecraft” tiene una finalidad necesariamente limitada.
El patrón básico de la mayoría de sus relatos es el mismo: el narrador empieza diciendo a su auditorio que acaba de hacer un descubrimiento verdaderamente terrible que casi le ha hecho perder la razón. El siempre había sido una persona equilibrada y normal, que no creía en lo sobrenatural, pero que había ido a vivir a la Vieja Casa de Arkham (o Dunwich, o Innsmouth), y entonces había visto con sus propios ojos... La atmósfera de los relatos es claustrofóbica, tal como se intentaba que fuera. Se penetra en el interior del mundo de Lovecraft como si se traspasara un pequeño portal con una gran puerta de piedra. Pero como este mundo es tan pequeño y claustrofóbico, no tiene espacio para su desarrollo. En la época en que tenía cuarenta años, Lovecraft .ya había tocado todas las variaciones sobre el tema, explotando la vena hasta agotarla. El filósofo Kierkegaard sufrió un colapso y murió el día en que retiró su último dinero del banco. Podría considerarse que Lovecraft empezó a morirse cuando se dio cuenta de que había extraído del lodo la última partícula de plata...
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El Necronomicon - El Libro de los Nombres Muertos
SpiritualContinuacion del libro anterior " El Necronomicon - Libro de los Hechizos" si quieren la historia completa del "Necronomicon" por favor deja su comentario Sin mas otra ves les dejo la advertencia Gracias por su atencion . ¡¡¡ADVE...