Capítulo 4: Bajo la luz de la luna

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Recorrí un poco el castillo hasta llegar a la habitación que me habían asignado y me encerré en ella. Por la ventana miré el sol ocultarse. ¿Zain estaría pensando en mí?

— Princesa Josette ¿Estás ahí? — me habló Adrienne a través de la puerta y tocó un par de veces.

— Puedes pasar — le dije sin moverme de mi lugar. Estaba sentada en una banca frente a la ventana.

— ¿Todo bien? — me dijo sentándose a mi lado en la banca y tomando mis manos. Tanta cercanía me desconcertó, pero no quise ser grosera y no la alejé.

— Si ¿Por qué lo dices?

— Sé que ha sido un día difícil así que quería hacerte compañía un rato — ella era muy amable y dulce conmigo — te hice esto — me dio un bello tejido dorado.

— Oh que lindo — ¿Y para qué era? — gracias — le sonreí aceptándolo y pensando que se hacía con eso, mientras lo apoyaba en mi vestido.

— ¿Ya pensaste que vestido te gustaría usar en el baile? Será un día muy importante. Evan por fin conocerá a su prometida. Se besarán y se casaran muy pronto ¿No es tan lindo?

— No. ¿Cómo podría ser lindo si no se conocen? — me miró intentando descifrar lo que le decía, como si le hubiera hablado en un idioma diferente.

— No había pensado en eso, pero estoy segura que se llevaran muy bien. Yo he hablado con ella, es como yo. Tiene un cabello rubio y liso, sus ojos también son verdes y hermosos. Es una chica muy educada que sabe recitar en diferentes idiomas, tocar el arpa... — bostecé cubriendo mi boca — ¿Te parece aburrido?

— No — me sonrojé — es solo que no he descansado bien últimamente — le dediqué una mirada avergonzada.

— No puedo dejarte dormir antes de la cena. Vamos por algo y después podrás hacerlo.

— Si — acepté levantándome junto con ella. Cualquier cosa sería mejor que escuchar sobre la aburrida vida de la prometida de Evan.

Caminamos juntas hasta llegar al comedor, pero tuvimos que esperar por la cena hasta que estuviera lista. Cuando por fin lo estuvo sus hermanos nos hicieran compañía en el comedor. Kilian se sentó a mi lado al igual que Adrienne, quien no paraba de hablar de cosas que no podían ser más aburridas. Al terminar Evan se ofreció a acompañarme un rato antes de permitirme ir a mi habitación. Antes de dejarnos, Kilian se guiñó un ojo con una sonrisa cómplice. Sabía que estaba haciendo lo que él quería y a pesar de eso me sentía tan lejos de lograrlo.

— ¿Qué? — le pregunté molesta cuando por fin estuvimos a solas y caminé fuera del comedor.

— Quiero disculparme por juzgarte. Eres muy buena con las armas, me has impresionado tanto que olvidé mis modales — me detuve volteando a verlo. Me esperaba un gran interrogatorio, no una disculpa.

— Esta bien. No fue nada — acomodé un mechón de mi cabello detrás de la oreja, sintiéndome extraña. No solía recibir disculpas — debería ir a dormir.

— Me gustaría hablar contigo un poco más — pidió con dulce voz. ¿Cómo negarme?

— Por supuesto — sonreí — ¿Sobre qué quieres hablar?

— Sobre ti — ladeó el rostro mirándome con una sonrisa — quiero saber más de la chica que logro desarmarme dos veces. Pareces una persona interesante. ¿Te gustaría caminar? — con una mano me invitó a dirigirme en la dirección opuesta a la que iba. Sonreí y lo seguí.

— ¿Desde qué edad sabes manejar armas? — la caminata por los pasillos del palacio inició.

— Desde pequeña las he usado, pero empecé a entrenar cuando tenía 13 años.

Doceava campanadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora