En la noche no pude dormir hasta entrada la mañana. No podía dejar de pensar en la sonrisa del Príncipe y en que yo sería la culpable de arrebatársela para siempre. Tardé en conciliar el sueño por mantener mi mente tan ocupada pensando en el giro de 360 grados que había dado mi vida, en lo que estaba dispuesta a sacrificar por conseguir la felicidad y en cuantas personas saldrían realmente heridas con la decisión que tomaría.
Nadie fue a despertarme hasta el mediodía para llevarme a comer, así que pude descansar unas horas. Adrienne se presentó en mi puerta con una gran sonrisa para escoltarme al comedor, en donde de nuevo me encontré con Evan y Kilian, este último me dedicó una mirada interrogativa al observar como Evan me miraba esa tarde. Fui la primera en terminar de comer y en salir del comedor. Adrienne me alcanzó en la habitación preguntándome por mi salud con preocupación. Aprecié el gesto, nadie se preocupaba por mí.
Pasamos el resto de la tarde platicando, ahí fue cuando me di cuenta de lo madura que en realidad era. Faltando pocas horas para el baile dijo que iríamos a comprar los vestidos. Salimos juntas y me llevó a una tienda con hermosos modelos de vestidos, de todos los colores que pudiera imaginar. La señora que nos atendió se portó muy amable y atenta con nosotras. Varias chicas se encargaron de arreglarnos para la gran noche. Nos peinaron, maquillaron y ayudaron con la ropa. Adrienne eligió un vestido color rosa junto con una máscara dorada, yo elegí un vestido blanco, con encaje, moño y guantes negros, complemente el conjunto con un antifaz plateado. Siempre había querido usar un vestido así, me sentía en un sueño vuelto realidad, no podía creer que iría a un baile en el palacio vestida así.
— Josette debes ver estas zapatillas, son hermosas — me dijo la Princesa llamando mi atención. Caminé hasta ella, mirando unas zapatillas de cristal — debes probártelos, se verían perfectos con tu vestido.
— Son muy bellos, pero ya has hecho demasiado por mí — no podía evitar sentirme incomoda, nunca antes se preocuparon por mí y ahora que alguien lo hacía me era difícil aceptar todo lo que quería darme.
— Solo pruébatelos — me los entregó sin aceptar un no por respuesta. Me senté frente a un espejo para ponérmelos y una vez ya puestos me levanté mirándome.
La chica del espejo frente a mí era otra persona. Esta no era la asesina que Zain conocía, tampoco era la que yo creía ser. Me veía radiante así arreglada, el vestido resaltaba con las zapatillas de cristal y los tonos negros en el hacían que me sintiera confiada conmigo misma. Tomé un antifaz plateado para complementar mi atuendo. Una vez puesto hacia resaltar mis ojos azules a juego con el cristal de las zapatillas.
— Tómalos prestados. Puedes regresármelos al finalizar la noche si ya no los necesitas, pero úsalos hoy. Evan quedara impresionado — la miré a través del espejo sin entender.
— Es mi hermano y se cuándo algo le pasa. Anoche fue a buscarme para hablarme de ti, me contó sobre los momentos que pasaron juntos, resaltando lo distinta que eras — un nudo se formó en mi garganta y desvié la vista mirando al suelo.
— Él no me conoce — por lo menos había cumplido con parte del trato. Parecía que Evan estaba enamorándose.
— Ya tendrá el tiempo de hacerlo.
— Pero es su baile de compromiso, se supone que hoy conocerá a su prometida — le contesté.
— Ya veremos cómo solucionarlo. Tu tranquila y disfruta de la noche — me dio la vuelta tomándome de los hombros para sonreírme de frente, intentando animarme — Debemos irnos o se nos hará tarde — dijo tomando la falda de su largo vestido y caminando rumbo a las escaleras.
Me miré por última vez sin estar segura de como continuar y di la vuelta siguiendo a Adrienne.
Cuando el carruaje se detuvo frente al palacio no podía dejar de temblar. Un terrible sentimiento se apoderó de mí, haciéndome cuestionar el bajar o simplemente quedarme en mi lugar el resto de la noche. La puerta se abrió e inmediatamente una mano me invitaba a bajar, la tomé apoyando mi zapatilla sobre la baldosa, mientras bajaba con cautela del carruaje intentando no tropezar. Observé por primera vez bajo la intensa luz de la luna las escaleras principales del palacio. Sentí mi corazón acelerarse al contemplar tal belleza. Me sentía en un cuento de hadas, que llegaría a su fin muy pronto.
Entré al palacio acompañada por Adrienne. Los invitados se reverenciaban a nuestro paso. Por todas partes veía máscaras, vestidos, parejas danzando... podía sentir todos los ojos puestos en mí, sentía que conocían mi secreto. Estaba tan distraída que no supe en que momento Evan caminó hasta nosotras, solo me encontré de frente con esos profundos ojos verdes que no tenían comparación. Me observó por un segundo y después se reverenció como saludo, yo hice lo mismo intentando imitar a Adrienne.
— Te ves hermosa — no pude evitar el rubor subiendo a mis mejillas. Evan se veía más allá de simplemente guapo. Esa palabra era un insulto a su apariencia. Llevaba un traje blanco con detalles azules y dorados. Era todo un príncipe de ensueño.
Pude ver detrás a Kilian, quien me miraba con atención, evaluando cada uno de mis actos, se encaminó hasta nosotros y me pidió bailar con él. Su mirada me dejó claro que no aceptaría un no por respuesta, así que obedecí siguiéndolo hasta en centro del salón. Tomó con su mano una de las mías, mientras con la otra me sostenía de la cintura.
— ¿Cómo va el plan? Lo tienes comiendo de tu mano — me dijo al oído.
— Adrienne insinúa que está enamorado de mi — mi voz sonó temerosa. ¿Por qué me asustaba? Kilian notó mi inseguridad.
— Te lo advierto, no aceptare cambios de planes. Cumple con tu trabajo y podrás irte. Falla y hare que te apresen hoy mismo — su sonrisa torcida estaba llena de maldad. Me temía que empezaba a sentir algo por Evan, pero no podía fallarle a Zain. No podía fallarme a mí misma. Debía dejar de ver al Príncipe como algo más que mi víctima.
— De las cosas que más deseo es dejar de tener que seguir ordenes — me solté de él y caminé directo a mi habitación. Necesitaba buscar la daga y mantenerla cerca de mí. Solo unas horas más y todo esto acabaría.
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Doceava campanada
RomansaLa primera campanada resonó en el jardín, haciendo eco en mi corazón e indicando que el tiempo a su lado había llegado a su funesto final. El reloj en lo alto de la torre marcaba la medianoche. ¿Cómo acabé en este lugar? ¿Por qué acepté hacer esto...