Al despertar ya no me encontraba en la camilla ni en el sótano, estaba en mi cuarto.
Todo lo que paso la noche anterior tuvo que ser verdad porque todavía siento las cadenas en mis manos y mis pies. Pero ¿por qué me habían subido mis padres a mi habitación?
De repente llamaron a la puerta. Era Chris, mi vecino de diez años que venía a mi casa como todas las tardes a que yo le ayudara con los deberes. Él y sus padres eran los únicos vecinos que teníamos cerca, porque vivíamos a las afueras de la ciudad, en medio del bosque.
Mi madre fue la que le contestó:
-No Chris, hoy Jason no podrá ayudarte, esta mañana se fue a pescar y no volverá hasta la noche.
Yo sabía que Chris no se había creído lo que le había dicho mi madre, porque yo le hubiera invitado la tarde anterior. Pero se fue educadamente, de nuevo a su casa.
Me quedé toda la tarde pensando, tirado en mi cama porque no podía ni moverme del dolor que sufría en mis piernas. Mis padres no contestaban a mis gritos, solo se acercaban a mi cuarto para lanzarme rápidamente un plato de comida y algo de pan.
Después de cenar un plato de verduras que me había lanzado mi madre, me acordé de Rick. No le había visto desde la noche anterior, antes de bajar al sótano. Solo esperaba que estuviera bien y que estuviera en casa, sim embargo, no había escuchado ningún grito que procediera de él. Ese pensamiento me inquieto mas.
No me dió tiempo a pensar mas cuando escuché un ruido fuera, justo en la puerta de mi casa.
Me levanté corriendo hacia mi ventana, pero no había nada ni nadie. Me asomé a la habitación de mis padres y vi que estaban durmiendo, no hicieron ellos el ruído.
Seguramente ha sido mi cabeza, pensé. Y volví a la cama.
Mas tarde otro ruído, pero esta vez mas fuerte y parecía venir de mi ventana, sin pensarlo dos veces miré la ventana y vi algo, parecía una sombra enorme. A su paso por mi ventana había dejado un rastro de sangre aterrador.
Corriendo salí al pasillo a avisar a mis padres pero ellos ya no estaban en su cuarto.
Me dirigí de nuevo a mi habitación, abrí la ventana y ahí estaban mis padres, pero no estaban solos. Junto a ellos dos grandes bestias con cara de pocos amigos...