Mi padre se pasó toda la mañana haciendo llamadas, de vez en cuando se oían gritos, otras se escuchaban palabras de complicidad. Pero lo que mas repetía es que no quería irse de casa, al menos hasta que yo no controlara la transformación.
Me sentía bastante culpable por tener que quedarnos en casa por mi culpa. Seguramente todas las noches vendrían hombres lobo, vampiros, y quién sabe que otras bestias podrían venir a por nosotros.
Después de que mi padre terminara de hablar, nos dijo lo que había acordado con nuestra organización. La mayoría de cosas yo ya las sabía pero le deje hablar por si comentaba algo nuevo que yo no habia escuchado.
-He llamado a nuestra organización y hablado con todos los jefes de grupo. Han acordado entre todos que será mejor que nos quedemos aquí hasta que Jason controle su transformación y Rick la practique mas. No podemos asegurarnos de que llegueis allí y mateis a la mitad de humanos que hay.
Me quedé sorprendido, mi padre había nombrado a los humanos. Ahora que lo pienso, no sabía que tipo de criaturas había en la organización. Mi padre siguió hablando.
-Todas las noches, nos mandarán un par de ayudantes para que nos ayuden con las oleadas de bestias que vengan a atacarnos, porque seguramente, vengan todas las noches a por vosotros.
Eso no me gustó nada, ya sabía que venían a por nosotros, pero el solo hecho de recordarlo, me helaba la sangre. Cuando mi padre terminó de hablar le pregunté:
- ¿Qué clase de criaturas hay en nuestra organización?
Él me contestó:
- Eso ya lo descubrirás cuando podamos ir.
Nos pasamos toda la tarde entrenando con mi padre. Corrímos por todo el bosque, nadamos en el lago que había cerca de casa, y mi padre nos enseñó todos los rincones del bosque. Mientras corríamos mi padre nos iba diciendo trucos para controlar la transformación, para controlar la mente mientras estás convertido, y miles de cosas.
En cada kilómetro que avanzábamos había una cabaña. Todas tenían dentro cadenas gruesas. Mi padre nos explicó que las construyeron para las noches
de luna llena, cuando un hombre lobo estuviera en medio del bosque y no tuviera ningun sitio donde controlar su tranformación, podía hacer uso de ellas.
Cuándo ya habíamos corrido cerca de diez kilómetros, volvimos a casa, pero eran otros diez kilómetros de vuelta. Cuando estábamos a dos kilómetros de casa, escuchamos cosas moverse por los árboles. De repente, cinco figuras cubiertas con capas negras bajaron de un salto de los árboles. Eran humanos, estaban armados hasta los dientes con armas de todo tipo. Uno llevaba dos dagas pequeñas y miles de cuchillos en su cinturón, otro, dos espadas grandes y afiladas, dos de ellos nos apuntaban con una especia de ballestas pero muy modernas, como de metal y con muchos accesorios, sin duda eran armas mortales para los hombres lobo porque estaban hechas de plata. El último llevaba dos cadenas en las manos y redes gruesas de hierro, seguramente para capturarnos. Mi padre intentó dialogar con ellos, pero a la segunda palabra, el hombre armado con las dos espadas se lanzó sobre mi padre, pero lo esquivó. Esos segundos le sirvieron a los otros cuatro para rodearnos.
Estábamos totalmente indefensos, sin la luna llena no podíamos transformarnos.
Mi padre intentó protegernos pero no fué suficiente, el chico de las dagas me alcanzó en la pierna derecha y como por arte de magia una red de cadenas de plata me atrapó.
Lo último que recuerdo es el tremendo golpe que me dió el chico de las cadenas.