—Basura flamable —dijo Mari tocando a la puerta del chico que aún dormía.
Yuuri bostezó en la cama, se sentó y estiró sus brazos al cielo desperezando su cuerpo. Dejó la cama y tomó algunos paquetes de revistas, periódicos y cosas de cartón; entonces las dejó fuera de su habitación.
Cuando entró de nuevo, vio como sobresalía un poco el baúl de cartas y se preguntó si debía quemarlas también. Pero, pensando que era un poco malagradecido de su parte, no lo hizo. Se dispuso a leerlas, aunque en serio no le gustaba mucho la idea de ser alabado por desconocidos.
Pero no es que no los entendiera, de hecho los envidiaba un poco. Él también era fan de alguien, de alguien que no se había atrevido a tocar si no hubiese estado tan ebrio en esa recepción.
Sacó el baúl, lo puso sobre la cama y se sentó en ella, entonces comenzó a abrir sobres, apilando los de Minami en el buró para abrirlos después. No entendía bien la razón de hacer eso, pero así lo hizo.
No fue a desayunar y casi se pierde la comida también. En ese momento, borracho de letras, decidió que jamás dejaría que las cartas se acumularan, leería todas y cada una las notas de ánimo que le enviaran, porque los que las escribieron lo merecían.
Cuando vació el baúl aun le quedaban cerca de treinta sobres por abrir, todos de Minami kun. Lamentablemente no tenía ganas de mirar otra letra más. Las puso en el cajón pensando que las leería luego, y luego se olvidó de ellas.
Una nueva competencia se acercaba, Viktor llegó a Hasetsu para empezar con sus entrenamientos mientras ayudaba a Yuuri con sus rutinas.
Había prometido que no dejaría a Yuuri solo hasta que ganara el oro, pues no quería que ese adorable chico volviera a derrumbarse ante la presión que la competencia significaba.
Viktor había descifrado perfectamente al japonés. Esa arraigada creencia de que no era lo suficientemente bueno le tenía los pies atados al hielo y, aunque de pronto ganaba confianza y se tiraba a volar, en el aire volvía a dudar de sí mismo, era por eso que a veces fallaba los saltos.
El ruso pensó que Yuuri necesitaba motivación, por eso se decidió a ayudarlo y, aunque en el fondo lo hacía solo porque tenía curiosidad sobre el límite de alguien con tanto talento y tanta inseguridad, haría todo lo que en sus manos estuviera para ayudarlo.
Al principio creyó que él podría ser esa motivación, que dejarlo alcanzar algo que creía inalcanzable le daría alas al joven. Pero, aunque casi lo logró, no fue suficiente.
«Tal vez si se enamora...» pensó y le coqueteó de mil maneras, logrando que el chico le aceptara por completo como el extranjero descarado y desvergonzado que era.
Pero Yuuri no se enamoró de él. El causante era quizá ese era otro complejo, uno que no tocaría, pues él no era psicólogo.
«Quiero ver al Yuuri que no tema mostrarse tal como es.» Fue el deseo del ruso viendo como Yuuri fallaba otro salto después de haber dudado antes de tirarse al aire.
En el fondo, Viktor creía que los miedos de Yuuri eran temor a decepcionar a todo el mundo y, aunque Viktor le había mostrado que nunca se decepcionaría de él, lamentablemente eso no era suficiente para que el chico creyera en sí mismo.
Continúa...
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ENAMORADO DE MI FAN
FanfictionKatsuki Yuuri, siempre consciente de sus fallos, tiende a deprimirse con facilidad, y aunque a veces pareciera que no hay nada capaz de sacarlo del hoyo, siempre hay alguien que con simples letras puede devolverle los ánimos y, de a poco, robarle el...