CAPITULO XI - SEPARADOS

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Los chicos habían pasado grandes penurias hasta ahora, al ser arrinconados por los escoltas de Billy, se vieron forzados a destruir el piso de la gran fortaleza flotante, conocida como la mano del diablo; sin embargo durante el enfrentamiento, Eliza recibió un disparo en el corazón y Amalia fue gravemente lastimada en su brazo derecho. Matías y Abel quedaron sin energía tras la pelea, así que Samantha y Sam fueron a buscar ayuda para sus amigos pero en cambio lo que consiguieron fue ser apresados por una tribu que los odia. Por otro lado Rick Patrick ha iniciado una búsqueda bajo el mando de Tejelo, de la que sea quizás la niña más buscada de la historia, Gemma, para concluír así junto con Clarice y los demás, la transmutación del jai y la victoria de los nuevos dioses sobre la inmortalidad, pero aunque Tejelo lo sospecha desconoce que Rick Patrick hermano de Clarice, es además Capa Blanca quien ha tomado el control de gran parte de la población gracias a su ejército de ghoules. ¿Cuál será su siguiente paso? ¿Encontrará a Gemma antes que otra persona? y ¿Qué les pasará a los chicos? ¿Serán capaces de salir con vida de esta?

SEPARADOS

ALDEA PONGSUPANÍ - CÁRCEL

Había caído la noche ya, junto con el silencio que le suele acompañar, donde aquel que sabe escuchar, puede encontrar respuestas a sus inquietudes, pero este, no era el caso de Sam. Había pasado todo el día quejándose en silencio y dándole vueltas una y otra vez a cómo fue que terminaron allí, aprisionados como ratas de laboratorio, sin energía y sin alguna posibilidad de escape, solo una pequeña ventana abarrotada, cubierta por el moho de la brisa constante del mar, y el descuido del carcelero, le daba una mínima esperanza que se burlaba de él por no tener fuerzas si quiera para intentar romperla. Pero en otra parte de él, surgían nervios sudorosos de saber que estaba con Samantha en la misma celda, aunque igual que él, ella apenas podía seguir despierta.

―Samantha ―susurró Sam―. Psss, Samantha.

Ella lo miró solo por educación, pues su cara decía todo el cansancio que estaba sintiendo.

―Tenemos que salir de aquí, creo que ví, algo allí afuera ―dijo minucioso Sam.

―¿A qué te refieres? ―preguntó Samantha un poco irritada, aunque le atraía lo que pasaba por la mente de Sam, estaba demasiado triste por lo que le podía pasar a sus amigas.

―Creo que hay una celda poco convencional afuera, los vigilantes se turnan para hacer guardia allí y acá, debe ser que no nos esperaban ―explicó Sam, pero Samantha seguía sin entender y el límite entre su paciencia y su timidez se estaba rebasando. ―Tal vez y solo tal vez si hacemos lo que estoy pensando...

―¡Quieres por favor dercirme el maldito plan! ―interrumpió Samantha explotando con sus emociones, pero de inmediato la culpa la cubrió, pues Sam solo intentaba ayudarla. Sam hizo gestos de que guardara silencio un poco sorprendido y deprimido.

―Lo siento no quise...

―No no, yo lo lamento, es solo qué no debimos venir los dos ―expresó samantha dejando salir lo que pensaba en realidad.

Sam tuvo un momento de claridad dejando de lado lo que sentía por ella y pensó como lo habría hecho Abel o Matías tal vez:

―Este no es momento para quejarnos, debemos actuar juntos y sincronizados.

Para sorpresa de Samantha que no tuvo más opción que asentir sin diferir.

ALDEA PONGSUPANÍ - ALREDEDORES

La fortuna de los chicos era difícil de describir, habían salido con vida de una sentencia de muerte, pero sus vidas aún seguían lejos de estar a salvo, en especial, una vida en particular, Eliza. Su duro entrenamiento los últimos días con Matías y Sam, la habían hecho más fuerte de lo que algún día imaginó ser, incluso su resistencia había sobrepasado el límite de lo humano conectando con la energía del jai, pero incluso ella tenía su límite. La amortiguación de la caída por parte de las alas de Samantha era lo único que la mantenía aún con vida, pues todos los demás estaban inconscientes y los únicos que no, yacían retenidos a unos kilómetros de allí, es difícil saber lo que pasaba por su mente, pues algunos sabios de esas tierras decían que es allí, en ese punto entre la oscuridad y la luz, que se alcanza la trascendencia, pero ella claramente no lo sabía. Podía ver dónde estaba, todo como en un sueño y una voz que le decía que no se muriera.

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