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Aproveché una hora libre para hablar a Elsa. Desde que había despertado estuve pensando en esa llamada telefónica. Bajé corriendo para salir a la calle, en busca de un teléfono público. Veinte centavos. Su número: 43-25-66, lo aprendí de memoria. Marqué lentamente, no quería equivocarme.

Cuatro.

¿A dónde podré invitarla?

Tres.

¿A tomar un café?

Dos.

O, ¿a dar una vuelta?

Siete.

¡Ya me equivoqué, si seré estúpido!

Clic.

Rebuzno...

Cuatro.

Mis dedos están temblando

Tres.

jamás he visto ojos parecidos

Dos.

no puedo perder la oportunidad por ningún

Cinco.

¡Vaya, voy bien!

Seis.

Es más que interesante, tengo que intimar con ella.

Seis.

Ya está, llaman.

Empezaron los ruidos y sus intervalos: uno largo, silencio corto. Mi oído pegado al auricular, los largos dedos de pianista envolviendo el tubo negro. Ruido largo y corto silencio. La mirada en el vacío, una pierna delante de la otra. Largo ruido, silencio corto. Una mano en el bolsillo, buscando el pañuelo. Ruido, silencio. Respiración rápida. Una señora obesa con un niño espera turno. El ruido prolongado con su breve silencio. La mano fuera del bolsillo para frotar el ojo izquierdo. Ruido, silencio. La mirada en la señora, los pies juntos, los dientes en los labios. Ruido largo, silencio corto. La señora ve su reloj, la mano sacudiendo la camisa. Ruido y silencio, ruido. ¡Listo, contestan!

—¿Bueno? —pregunta Voz Desconocida.

—Por favor, con Elsa.

—¿De parte de quién?

—De Gabriel Guía, un amigo del Círculo Literario Moderno.

—¿De dónde?

—Del Círculo Cuaternario Incierto.

—Veré si está, un momento.

—Muchas gracias.

Un instante de silencio con la mirada de la señora.

—¿Sí? ¿Quién habla?

—Gabriel, ¿no me recuerdas?

—La verdad, no.

—Soy del Círculo Literario Moderno, ayer estuve en tu casa.

—Ah, sí. Es que no sabía cómo te llamabas.

—Me imagino, que yo recuerde, no nos presentaron.

—Bueno, eso no importa, ahora sé tu nombre. Gabriel.

—Lo veo.

—Bueno, ¿y para qué puedo servirte?

—Te hablé porque realmente me dejaste impresionado—recité, de carretilla.

—Por favor...

—Es cierto, y pues, quisiera invitarte a tomar un café, a dar la vuelta, o a cualquier lugar, ¿podrías?

La TumbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora