Fin.

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Llegué a mi casa, era ya la madrugada. Todos dormían, excepto mi asqueroso ruido. Clic, clic. Todo estaba oscuro. Mi cabeza está oscura. Tropecé varias veces pero llegué a mi ahora odiado cuarto. Me sentía furioso aún, algo extraño después. Mi furia se disipó y vino el añorado sentimiento.

Encendí la luz. Con tristeza advertí que era falsa, como todo.

Hubiese preferido una vela, hasta me sentí pirómano. O que fuese de día. Durante esos momentos odié la electricidad con todas mis fuerzas. Apagué la luz para encenderla al instante. Tras sacar mi cuaderno, empecé a leer el último capítulo escrito de mi novela. Estaba desastroso, lo reconocí. Y pude sonreír por primera vez al hacer una comparación con los versos de Elsa. Clic.
Mejor me mato. Clic, clic. Otra vez. Clic.
Hubo un momento en que me había agradado el ruido. Clic, clic. Mas ahora es espantoso, martillea descarnizado. (Bête, Gabriel le Bête). Traté de engañarme oyendo El Lohengrin.
Me estoy haciendo el tonto, murmuré con indignación al ver el techo azul. Clic, clic, clic. El ansia suicida me hizo ver las maravillas de la muerte.
Sí, me mato.
Tomé una hoja de papel para escribir mi propio epitafio. Esto salió:

Porque mi cabeza es un lío,
Porque no hago nada,
Porque no voy a ningún lado,
Porque odio la vida,
Porque realmente la odio,
Porque no la puedo soportar,
Porque no tengo amor,
Porque no quiero amor,
Porque los ruidos están en mí,
Porque soy un good ol' estúpido,
Sepan pues que moriré,
Adiós, adiós a todos.
Y sigan mi ejemplo.

Tras firmar con letras claras y grandes, lo colgué—muy visible—en la pared. Comencé a silbar.
Buscando el revólver.
Clic, clic, clic.
Aquí está.
Clic.
Las balas.
Clic, clic.
Una.
Clic.
Dos.
Clic, clic.
Tres.
Clic, clic, clic.
Assez.
¿No tengo otra solución?
Clic.
Yep, pero prefiero ésta.
¡Este maldito ruido, no puedo más!
Clic, clic.
Mi saliva es una flama.
Clic, clic.
Seca, seca, mi boca sigue seca.
Clic.
Ardiente.
Clic, clic, clic.
¡Qué curioso, siempre me llena este estúpido sentimiento!
Clic.
Triste y solitario, pero cómodo.
Clic, clic, clic.
No puedo negar que es cómodo.
Clic.
Sí, claro, en la sien es mejor.
Clic, clic.
Ya lo había pensado, esto es algo vulgar.
Qué falto de originalidad soy. Debí haber discurrido algo ingenioso.
Y el techo sigue azul y El Lohengrin sigue sonando.
Clic.
¡Bah, todo es vulgar, no tuve valor ni de seguir a Dora!

Pero es cómodo, después de todo.

Clic.

Sí, cómodo.

Clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic, clic...

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