CAPÍTULO 3

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Los días pasaron mientras Sigfrido seguía colmando a Brunilda de atenciones, besos y promesas. Hablaron de lo que harían al llegar a su reino, de su boda, de su nueva vida juntos. Brunilda nunca había sido tan feliz, en toda su vida inmortal nunca se había sentido tan completa, tan viva, como aquellos días con Sigfrido.

Cuando, por fin llegaron al reino de Sigfrido, toda una comitiva de bienvenida los recibió. AL parecer, tan solo el día anterior habían llegado unos importantes visitantes, los gobernantes del reino vecino. Sigfrido le contó a Brunilda que, en el tiempo que había pasado durmiendo, una nueva religión venida desde tierras extranjeras trataba de convencer a los habitantes de aquellas tierras del norte que los dioses con los que habían crecido eran meras invenciones o que eran demonios de los avernos. Se hacían llamar cristianos y según ellos solo había un único dios verdadero.

—¿En serio? ¿Solo tienen un dios? —Preguntaba Brunilda curiosa. —Pues ese pobre dios debe estar agotado si realiza él solo todos los cometidos de los dioses.

—Hace tiempo que los dioses parieron abandonarnos y la gente necesita algo en lo que creer.

—¿Y qué hay de ti? —Preguntó Brunilda.

—Siempre he creído más en la fuerza de mi espada que en el favor de los dioses, hasta que conocí y supe que Odín te había puesto en mi camino —Le dio tierno beso— Además, los cristianos son demasiado intransigentes. Llegan desde tierras lejanas, les dicen a las gentes de aquí que todo en lo que han creído siempre, los dioses a los que sus antepasados adoraron, son demonios y esperan que todos los crean sin más. Aquel que se niega, es eliminado.

—Pues seguro que no les hace demasiada gracia conocer a una valkiria de Odín.

—Eso será lo más divertido. Esta noche cenaremos todos juntos, los gobernantes del reino cristiano y nosotros. Aprovecharé para anunciar mi futuro enlace con la mujer más hermosa de mi reino.

Sigfrido rozó sus nudillos con los labios en un gesto caballeroso.

—Esta noche pues —Sonrió ella— Ahora he de partir. Necesito hablar con las nornas para saber lo que ha pasado en el Asgard durante mi ausencia. Pero volveré para la cena.

—Sí así lo quieres, así será.

Sigfrido la rodeó con sus poderosos brazos y se fundieron en un ardiente beso. Su último beso. Brunilda se marchó para hablar con las nornas. Ellas le mostraron la lucha de Sigfrido con el dragón, le hablaron del debilitamiento de los dioses y de la cercanía del Ragnarok. Les dio las gracias a las tres hermanas y se dispuso a marcharse cuando Skuld, la norna que veía el futuro, la agarró del brazo.

—Cuidado, Brunilda, nuevos peligros acechan. Bajo la blanca máscara, se oculta la oscuridad.

Brunilda no entendió entonces sus palabras. Tan solo al llegar de nuevo al reino de Sigfrido, comenzó a notar que algo iba mal. No le dejaron verlo ni hablar con él. Le dieron un traje con la orden de que se vistiera y acudiera a la cena. Se sentó donde le ordenaron, demasiado lejos de él. Observó con cautela a todos los presentes. Sigfrido con una corona y un manto a sus espaldas, sentado junto a dos reyes de pelo cano y una muchacha pelirroja que parecía ser la princesa del reino cristiano. Tras la cena, Sigfrido se levantó y pidió silencio. Brunilda se preparó creyendo que aquel sería el momento en el que anunciaría su compromiso.

—Hermanos, esta noche no solo celebramos mi regreso a casa, sino también algo mucho más importante. Celebramos que he hallado a la mujer que se convertirá en mi esposa y vuestra reina. Ella me ha hablado sobre los dioses y me ha abierto los ojos a la verdad. Aceptando mi propuesta de matrimonio, me ha convertido en el hombre más dichoso de todos los reinos. Os presento a todos a la mujer más hermosa de estas y cualquier tierra, mi futura esposa — Y Brunilda esperó oír su nombre —Krimilda —Pero no lo hizo— Krimilda, la princesa del reino cristiano, me ha hecho ver la farsa en la que hemos estado viviendo todos estos siglos. Los dioses del Asgard no existen, son meras fantasías, demonios engañosos. Solo hay un dios verdadero, el dios cristiano. Por eso, he decidido que abandonaremos nuestras creencias paganas y veneraremos al único dios verdadero y, como prueba de buena fe, cambiaré mi nombre por uno de origen cristiano. Seré bautizado por el rito cristiano como rey Stephan.

La Leyenda de la Bella Durmienta (Saga Grimm IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora