Capítulo VII

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Aproximadamente a las cinco de la mañana, justo cuando Natalie y Jonathan estaban más emocionados hablando, la puerta de la cocina se abrió, dejando entrever los pies desnudos de Rose.

Parecía que aún estaba durmiendo, ya que tenía los ojos verdes manzana tan entrecerrados que tan solo eran dos rendijas de esmeralda. Tenía el pelo revuelto y enredado, y vestía un camisón viejo y que en algún momento debió ser blanco, pero que ahora estaba más cerca del amarillo.

Era por lo menos cuatro dedos más alta que Natalie; pero claro, no se puede decir que Natalie fuera altísima. Rose tenía la cintura estrecha y las caderas anchas y no estaba delgada, ni tampoco fofa. Estaba fuerte. Lo suficiente como para correr una maratón o escalar una montaña. O para pegarte un puñetazo tan potente que te dejara sentado en el suelo antes de saber si quiera que has sido golpeado.

Toda la expresión de Rose se contrajo cuando bostezó pesadamente. Luego abrió los ojos y vio a Jonathan y a Natalie sentados en la mesa de la cocina.

–…’nos días…– dijo la chica, arrastrando las palabras, yendo hacia una estantería a coger un bol.

–¡Buenos días!– respondió Natalie, con una sonrisa. De verdad le estaba gustando hablar con Jonathan.

–Hola.– dijo Jonathan, alzando una mano.– ¿Qué haces levantada tan temprano?

Rose suspiró y estiró los brazos para desperezarse.

–Quiero salir a practicar un poco antes de acompañaros al desfile.– cogió una botella con leche de un armario (que mejor que estuviera frío, porque estaban en julio y empezaba a hacer calor) y llenó el bol.

Jonathan esbozó una sonrisa ladeada. Visto así, Natalie pensó que podría considerarse atractivo.

–¿Practicar?– dijo él.

–Sí, hombre, ya sabes.– dijo Rose, encogiendo el hombro derecho.– Quiero darle a algo con la escopeta antes de pasar a la misión. Para asegurarme que sigo siendo mucho mejor que tú disparando, y que aún puedo patearte ese trasero de viajero, Brown.

La chica hizo cómo si sujetara un arma, y cerró el ojo derecho para hacer que apuntaba a Jonathan. Simuló el sonido de un disparo, y sonrió. Como si lo estuviera viendo, como si ya pudiera saborear el momento. Eso a Natalie le puso todos los pelos de punta.

–¿Con que patearme ese trasero de viajero mío, eh?– preguntó el chico, alzando una ceja.– Ya veremos.

–Natalie, ven tu también.– le dijo Rose, cogiendo un plato de galletas de otro armario, y sentándose en el taburete de su lado.– Ya verás que va a ser genial. Te enseñaré a disparar.– Rose se animaba por momentos.

Rose puso el plato en el centro de la mesa, ofreciéndoles a los otros dos chicos.

–Bueno, es que yo…– Natalie mordisqueó una galleta de canela.

–Será divertido, Nate.– dijo Jonathan.

The Time Road: Los Caminos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora