Capítulo V

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Jonathan hizo una mueca que pretendía ser una especie de sonrisa.

–¿…Historia?

–Exacto. Total y enteramente cierta y verdadera.– Thompson sonrío con malicia.– Sino, creo que me quedaré la mercancía, ya sabes, para revenderla a alguien más abierto que usted.

Jonathan le cogió del cuello de la camisa, pero Thompson le cogió de la muñeca.

–Señor Brown, ambos sabemos que será inútil tratar persuadirme mediante la fuerza física. ¿De veras cree que un mísero reportero del Times vendría solo a entregar un paquete tan importante?

Natalie se puso la capucha verde (por si a caso), y miró a su alrededor. Encontró a varios hombres altos y grandes en las mesas cercanas a las salidas, que les miraban fijamente.

En un acto reflejo Natalie sacó el revolver y se aproximó a Thompson con una sonrisa fingida pero reconciliadora, para que los “guardaespaldas” no sospecharan. Le apretó el arma contra en estómago suavemente, pero lo suficiente para que el hombre se sintiera incómodo.

–Señor Thompson…– Natalie no sabía muy bien lo que hacía, pero la corta distancia y la posición hicieron que ninguno de los hombres del reportero notase nada.

–Dígame, señorita Natalie.– Thompson parecía intimidado, pero no perdía la sonrisa burlona.

Jonathan sujetaba al hombre por la espalda, así que no podía apartarse del arma.

–No me gustaría dispararle. Es que me ha caído bien.– dijo Natalie con un susurro dulce.

–Usted también es agradable, señorita Natalie.– dijo el hombre buscando a sus refuerzos con la mirada.– Pero a mi tampoco me gustaría que me disparara.

–Bien, esto es lo que le propongo.– la mente de Natalie iba a toda velocidad.– Ahora mismo la historia está… A medias. Y a nadie le gusta una historia a medias.

–Cierto.– el hombre esbozó una sonrisa nerviosa.

–Así que, lo que yo le digo, es que se siente aquí con Jonathan y conmigo, mientras decidimos que hacer, porqué me temo que ni la historia es un precio que nosotros podemos pagar, ni el tiro en el estómago es algo que usted se pueda permitir.

–…Bien.

Jonathan se levantó de su asiento, en el cual se sentó Thompson sin dejar de ser apuntado por Natalie, y el chico se sentó una silla más hacia la izquierda, de modo que el reportero quedara atrapado en medio de los dos viajeros.

Thompson le pidió una tila a la camarera. Se recostó en el taburete, y se cruzó de brazos.

–Le pagaremos en un mes.

La mano de Jonathan la agarró por el hombro izquierdo. El chico tenía el brazo por delante de periodista y hablaba en un susurro.

–¿Natalie?– Jonathan tenía la cara desencajada.– ¿Pero tu eres tonta? ¿Cómo quieres que todo esto esté acabado en un mes?

Thompson parecía no oírles, ya que estaba demasiado ocupado con su tila, que había llegado al mismo tiempo que lo que habían pedido ellos antes de que el hombre llegara.

–No pretendo que esté acabado, bobo. Pretendo que sea más sustancioso.

–¡Imbécil!

–¡Cállate un rato, anda!

–Les escucho, la lástima es que mis hombres no lo hagan.– murmuró Thompson.

Los chicos intercambiaron una mirada fugaz llega de desprecio mutuo, y se centraron en sus bebidas.

The Time Road: Los Caminos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora