Capítulo VIII

33 0 0
                                    

–¿Preparados?– preguntó Leslie, poniendo bien la capucha de la capa color verde de Natalie.

–Totalmente.– repuso esta.

Hacía un buen rato que habían vuelto al hotel, que ahora, a las ocho en punto de la mañana, rebosaba de huéspedes que se paseaban entre el comedor, las habitaciones y el salón.

Después de la conversación en el tronco, con los pies en el agua, Natalie y Rose no habían intercambiado otra palabra sobre el tema de Jonathan. Más que por desgana, porqué él había aparecido de la nada.

–Bien. Volvamos a hacer inventario.– dijo Mariah.

–Yo tengo una pistola de bolsillo.– dijo Jonathan.– Más toda la munición necesaria en caso de emergencia, y una navaja.

–Yo llevo un fusil – dijo Rose. Natalie no sabía de fusiles ni de escopetas, pero apuntó mentalmente que debería aprender un poco.– y la munición. En la bolsa grande.- al ver la mirada preocupada de su madre, la chica le sonrió.– Nadie se dará cuenta de nada. Tranquila.

–Yo llevo algo así cómo… No lo sé, dos revólveres… Creo.– Natalie no sabía de armas, en general.– Y creo que también llevo algo de munición en el bolsillo, pero deseo no tener que utilizarla.

Y era verdad. Ya le había sido suficientemente duro dispararle a pajaritos inocentes.

–Y no las utilizaréis. A menos que sea imprescindible, y totalmente necesario.

Natalie suspiró de alivio.

–Mucha suerte.– les deseó Roger.– Tened los ojos abiertos.

La pequeña brigada le sonrió, y se despidió con la mano. Natalie aún llevaba la corona de flores de Rose en el pelo, y aunque se le enredaba con los cabellos rebeldes, no se la pensaba quitar en toda la mañana. Salieron del jardincillo con hierba amarilla y quemada, y se dirigieron hasta la mismísima puerta del palacio de Buckingham. El desfile real estaba a punto de comenzar, y había un montón de personas esperando para ver a su reina.

–Separémonos.– dijo Jonathan en voz baja.

–¿Qué?– preguntó Natalie.

–Que nos vamos a separar, sorda.– dijo Rose, dándole un codazo. Fuerte.

–¿Por qué?– volvió a preguntar Natalie.

–¿No te das cuenta, Natalie?– dijo Jonathan, exasperado.– La canción God Save The Queen significa “Que Dios salve a la Reina”. Por tanto, el Relojero quiere decir que Su Majestad necesitará un milagro para salvarse de lo que les está a punto de suceder. Quiere acabar con ella, Natalie.

A Natalie le empezaron a sudar las manos.

–Qué mierda. No había caído. ¿Y qué haremos, entonces?

–Bueno, pues a eso vamos. Seguramente hay más de un individuo con intenciones de atentar en nombre del Relojero, así que tenemos que separarnos para poder cubrir más espacio.– hizo una pausa antes de continuar.– Si vemos a un sospechoso, no le disparamos hasta que sepamos seguro que es malvado.– dijo, mirando fijamente a Rose. Natalie supo que había habido algún episodio extraño relacionado con el tema por la cara de Rose.– Cuando acabe el desfile, nos encontramos aquí mismo… Ah, Natalie, tú avisa a algún guardia. Puede que no nos hagan caso, pero es mejor intentarlo.

Entonces empezó a sonar el himno nacional al volumen medio que alcanzaría… Un concierto de heavy metal. Jonathan dijo un par de frases más antes de acabar de hablar, y Rose pareció entenderle, porqué los dos se fueron en direcciones distintas, dejando a Natalie a la merced de la multitud.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 06, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

The Time Road: Los Caminos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora