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Ya no había tiempo para una tila. En cinco minutos, Santino llegaba con su familia a la casa de Sandro. Donde llevaba un día hospedada con su hijo Max, a petición del hombre.

Veía de idiotas, que pagara un hotel, para sus vacaciones, teniendo su casa dormitorios vacíos.

Pero todo aquello, había supuesto un golpe para su sistema nervioso.

A decir verdad, desde que sabía que viajaría a Italia, solo había vivido con los nervios a flor de piel, por su encuentro...

Pero ahora comprendía, que aquel miedo, no tenía nada que ver, con el vivir bajo el mismo techo. Y a más, teniendo que sumarle de modo muy temprano, el conocer sus mejores amigos.

Sabía que por Jaimie, no debía preocuparse... ¿Pero seguiría del mismo modo osco Santino?

¿Y cómo verían, el que estuviera en casa de Sandro?

Pero ya no había más tiempo para preguntas, pues Santino hacía sonar su claxon, al subir por el pequeño camino, tras pasar al guarda de seguridad, de aquella zona residencial.

Aspiró con fuerza, se remojó los labios secos y mirando un momento su imagen en el tocador, caminó con el corazón en sus oídos, hacia el exterior de la vivienda.



Con una felicidad enorme en su rostro, Sandro, apoyaba su mano sana en el pequeño hombro de su hijo, mientras salían a la entrada a recibir a sus amigos.

- ¡Hola tío Sandro! -Chillaba Marie, desde el interior del vehículo, nerviosa porque su padre detuviera el coche y poder correr, a los brazos del hombre. Pero la visión de aquel chico moreno, la dejó algo confundida-. ¿Ése niño es la sorpresa que me dijisteis? -Giró su rostro hacia sus padres, quienes la miraban con una tierna compasión.

-Sí, cariño -Habló Jaimie-. Hoy vamos a conocer al hijo de Sandro y su mamá -Soltó con tono suave, observando la sorpresa en la expresión de su pequeña princesa-. ¡Venga, vamos a darles un fuerte abrazo de bienvenida! -Trató de disipar la tristeza de la niña.

-Pero los fuertes de oso, son para mí -Dijo Santino, comprendiendo la confusión de su pequeña, al ver que Sandro iba a repartir su cariño, con dos personas más.

-Claro papá -Sonrió pillina su chica, antes de darle a la maneta de la puerta.

Sandro, al ver acercarse a su niña, se agachó con los brazos abiertos y una enorme sonrisa, pudiendo suspirar algo aliviado, al ver como la pequeña, corría sonriente a lanzarse feliz al interior de su abrazo.

-Mí princesita –La llenó de besos cariñosos por su rostro-. Tenía muchas ganas de verte –Le guiñó un ojo-. Quiero presentarte a mí niño, el que espero quieras como yo te quiero a ti –Señaló, volviendo a ponerse en pie y empujándola con suavidad, hacia al muchacho-. Te presento a Max.

Y allí, los tres adultos presentes contuvieron la respiración un poco, atentos a la reacción de la pequeña, por lo que suponía la entrada de Max y Regina, en la vida de Marie.

-Hola Marie –Saludó Max, con cierta mirada entrecerrada, extendiendo su mano derecha.

-Hola –Respondió estudiándolo detenidamente por un momento, para después aspirar de forma exagerada-, mientras no me rompas mis juguetes, nos llevaremos bien.

- ¡Marie! –La reprendió Jaimie algo apesadumbrada.

- ¡Qué! –Protestó indignada la pequeña, girando a mirar a su madre.

Reencuentro Dorado -Segunda parte de Ocultándose Al Amor-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora