Llegó junto a los niños, justo cuando el rostro de su hijo se desencajaba, por reconocer quien venía en el vehículo.
- ¡No! –Gemía asustado-. Papá, no dejes que se nos lleve.
-Tranquilo Max –Le apoyó un brazo en el hombro-. Porque no te llevas a Marie, dentro de la casa.
El pequeño asentía con un gesto de cabeza, justo cuando oía, como se abría la puerta del vehículo.
-Vamos Marie –Agarró de la mano a una reticente niña.
-Pero quiero saber quién viene –Soltó con tono insistente, sin hacer caso al tirón de su mano.
- ¡No! –Chilló Max, mirándola con enfado-. Ése hombre es muy malo. Viene a llevarse a mí madre y a mí –Los ojos de la niña se abrieron asustados, para dejar de forcejear y entrar en la vivienda, donde se toparon con una Regina con el rostro gris, con paso tembloroso.
-Subiros arriba a tú dormitorio, cerrad la puerta y no la abras hasta que te lo pidamos tú padre o yo –Su voz rota, apenas era la alegre que se había acostumbrado a escuchar desde que se habían mudado con Sandro.
- ¿Hago mi maleta? –Preguntó con miedo el niño, recurriendo a lo que ya habían puesto en práctica alguna vez. Sin notar la sombra que cubría los ojos de la pequeña que aún seguía agarrada a su mano.
- ¡No, tesoro! –Se acercó a él, para darle un beso en la frente-. Nadie se nos va a llevar. Ahora, vivimos aquí, es nuestra casa y nosotros mandamos sobre nosotros. Pero es mejor, que no estés ahora cerca de él.
-Bien –Asintió con la cabeza y seriedad-. Vamos Marie, subamos a mi cuarto.
A pesar de haberle dicho a su hijo, que todo iba a ir bien. El miedo en su cuerpo, le hacía temer lo peor con su tío allí.
Con paso tembloroso, se acercó a la puerta que daba afuera, para soltar un ahogado gemido, al hallar a Sandro agarrando por el cuello al hombre, que le había ayudado a su padre a robarle parte de su vida, sujetándolo contra el vehículo en el que había llegado.
Aquello, hizo que se quedara algo paralizada del miedo. Pues no quería que Sandro recibiera daño alguno, por culpa de ellos. Y que tampoco le sucediera algo, si hacía daño a su tío y su padre, decidía intervenir de forma legal contra él.
Pero antes de que llegara a pensar qué hacer, un nuevo vehículo entró por la rampa de la casa con cierta ferocidad, deteniéndose de forma brusca.
Santino, corrió hacía su amigo para agarrarlo de los hombros y apartarlo del otro hombre.
-Detente Sandro, no cometas ninguna estupidez –Lo agarraba con fuerza tras la espalda, mientras le dirigía también una mirada dura al visitante-. Será mejor que vuelva a su coche y vuelva por donde vino. Aquí no es bien recibido.
-Ya puedes soltarme –Rogó a su amigo, aún con la cara desencajada, por el enfado que estaba conteniendo. Pero soltó un profundo suspiro, al ver como era liberado de su agarre. Sin apartar en ningún momento, su mirada del hombre que tenía enfrente suyo.
Alguien, con quien no esperaba toparse en su propia casa. Pero sabía, que tarde o temprano, iba a tener noticias suyas al haber decidido vivir en Italia.
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Reencuentro Dorado -Segunda parte de Ocultándose Al Amor-
Roman d'amourAunque nuestro destino esté marcado, siempre hay que tener esperanzas. Segunda entrega, de Ocultándose Al Amor, en donde podremos descubrir el destino dorado de nuestro amigo Sandro.