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-¿Quiere eso decir, que por fin mi madre, no va a estar sola? –Preguntó una voz de niño, logrando darles un susto, aunque ésta estuviera llena de esperanza.

-¡Max! –Exclamó Regina sorprendida, apartando de un fuerte empellón a Sandro, quien casi cae derribado al suelo-. ¡Cómo qué no estás en el coche! –Lo reprendió con el rostro cubierto por la vergüenza.

-¡Mamá! –Exclamó en un regaño-. Que te cargas a mí padre –Resopló exasperado por la torpeza de la mujer-. Es muy torpe, siempre se lleva golpes o los causa.

-¡Ei! –Replicó algo indignada, sin percatarse en la expresión de embelesamiento de Sandro, sobre el chico.

Pero al comprobar que era ignorada por completo por el chico, quien también miraba detenidamente al frente, se percató de lo que le ocurría al hombre.

Estaba casi reprimiendo las lágrimas, al tener enfrente su propio reflejo de cuando era apenas un mocoso.

-¿Me aceptas entonces como padre, después de todo chico? –Dijo con voz estrangulada, agachándose como pudo, para posicionarse a su altura.

Regina, quieta y sin apenas respirar, tampoco podía reprimirse el caer de sus lágrimas.

-Mamá, nunca me habló mal de ti –Hizo una mueca de fastidio-. Pero nunca me dijo quién eras, hasta ahora. Confieso, que nunca me cayeron bien mi abuelo y tío –Entrecerró los ojos-. Eran muy malos... Y lo fueron también contigo, según me contó ayer mamá –Aspiró nervioso-. Siempre he soñado que un día te encontraríamos –Empezó a llorar dejando expuesta toda su tristeza-. Por eso le pedía, que teníamos que ir a buscarte... -Hipó, refregándose los ojos-. ¿Me vas a querer?

-Ya lo hago –Dijo, sin limpiarse el reguero de lágrimas que también caían por su rostro.

-Yo también, y no porque seas un famoso piloto –Puntualizó sonriendo, para ver como Sandro apoyaba sus rodillas en el suelo y con el brazo sano, lo arrastraba a su pecho y le llenaba la cara y la cabeza de besos.

-Perdonadme por llegar a ser tan cabezona –Sollozó Regina, yendo a darle un abrazo a su hijo.

-Tú no tienes culpa alguna –Aseguró con tono duro Sandro-. Mejor, dejemos todo eso de lado. Tenemos que empezar a conocernos –Les sonrió-. Max, debes entender que hace mucho que tu madre y yo...

El chico interrumpió sus palabras con tono adulto, y cierta mueca en los labios.

-Lo sé –Soltó un profundo suspiro-. Puede que no os gustéis ahora, pero eso no tiene nada de malo para que estemos juntos...

Sandro miró sonriendo a Regina.

-Correcto chaval –Le pellizcó la mejilla-. Hay que ir poco a poco.

Dos horas después, comenzaba a sentir como el sueño intentaba hacerse dueño de su cuerpo y mente, tras haber compartido una deliciosa comida a domicilio en su casa, con su hijo y Regina.

Y creía también, que las pastillas para el dolor, mucha culpa podían tener por el sueño que empezaba a tener.

-Se te ve pálido –Comentó ella con voz preocupada, una vez que su hijo se había levantado de la mesa, para investigar los trofeos que tenía su padre en una repisa-. Creo que es el momento de marcharnos.

-¡No! –Se despertó de su aletargamiento, para sonreír con sus labios y suplicar con sus ojos-. Por favor, quedaros a pasar el día. Solo debo descansar un rato. Tenéis libertad para moveros por la casa, de verdad –Frunció el ceño-. O te estoy presionando mucho. ¿Te sientes agobiada?

Reencuentro Dorado -Segunda parte de Ocultándose Al Amor-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora