En el reservado

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Tampoco recuerdo salir de la muchedumbre, ni caminar, ni hablar con nadie de seguridad. Sólo sé que de alguna forma acabé desnuda sobre una cama con múltiples hombres besándome y tocándome.

Ni siquiera podía contarlos, ¿cuántos eran cinco, seis, diez? 

La cama era cómodamente blanda y suave. Las manos de mis chicos eran desde suaves y amables, a ásperas y exigentes. Pero todas me gustaban por igual.

Localicé a Jack a mis pies, e inmediatamente entendió que era a él al que quería primero. Mientras un chico a mi lado me besaba, otros más a bajo se encargaban de satisfacer mis pechos, y muchos más seguían acariciándome, Jack recorrió mis piernas con sus manos de los pies hasta los muslos.

Elevó mis piernas y las abrió para él. Se situó entre ellas, y cuando pensé que por fin hallaría alivio, decidió torturarme más e inclinó su boca hacia mi entrepierna.

Sentía a todos ellos atendiéndome con dedicación, como si fuera algo valioso para ellos. Jack se tomó su tiempo en recorrer los labios de mi vagina con su lengua, muy despacio, dándome impulsos de placer y de frustración a la vez, no quería más juegos, quería sentir su miembro dentro de mí ya. Quería sentir el suyo, y el de todos los que estaban allí.

Jack siguió en su labor. Tocó ligeramente mi clítoris con su lengua, y ese simple contacto me hizo arquearme de placer. Él se rió ante mi sensibilidad y pude sentir su risa contra mi entrepierna, lo que hizo que me excitara aún más si es posible. Continuó haciendo círculos sobre mi clítoris, mandándome oleadas de placer por todo el cuerpo. Siguió usando sus labios y sus dientes para atender todas las partes de mi entrepierna. Y no aguanté más.

No aguanté a Jack comiéndome como si fuera un hambriento al que le dan su comida favorita. No aguanté la sonrisa del rubio mientras acercaba su pene a mi boca. No aguanté que tres hombres más estuvieran mamando de mis pechos, chupando y mordiendo mis pezones. Y no aguanté ver una fila de hombres de pie mirando cómo otros me tocaban y esperando deseosos su turno.

Tuve el orgasmo más fuerte que había tenido en toda mi vida sexual. Jadeé, grité, me retorcí, mientras Jack seguía incansablemente dedicándome su boca. Y mientras me corría, sentía a Jack clavarme los colmillos en mis labios vaginales, sentí como sorbía mi sangre y mis flujos. Y en ese momento entendí, que no estaba en el cielo, que no eran dioses.

Estaba en el infierno, y eran vampiros.

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