Andamos cerca de unos cinco minutos cuando veo, por fin, el instituto. Es enorme, no me extraña que sea privado. Me quedo impresionada al ver aquel elegante y magnífico edificio de piedra. Miles de alumnos rondan por el exterior, perfectamente uniformados y con sus mochilas prácticamente nuevas.
—Bueno, ¿qué te parece? —pregunta Lucía, con cara de circunstancias.
—Guau —digo yo, sin palabras—. No me imaginaba que fuera tan grande.
—Vamos, te enseñaré el interior.
Me vuelve a agarrar de la muñeca y me conduce por cada una de las aulas y los pasillos del edificio. Es bastante moderno, ordenado, limpio, y hay muchísima luz natural. Lo han decorado con muy buen gusto. Mientras me muestra las instalaciones de la escuela, siento cómo me mira la gente. No sé si me están juzgando o si simplemente tienen curiosidad en saber quién soy.
—Ya hemos terminado. Hemos llegado prontísimo, aún falta un cuarto de hora para que empiece la primera clase —comenta mi nueva "amiga"—. No te agobies, vas a acostumbrarte rápido. Además, yo estuve en la misma situación que tú el año pasado, es raro al principio, pero los profesores y casi todos los alumnos te acogen genial y hacen que te adaptes a tu nueva educación fácilmente.
¿Casi todos?
—¿Cómo que casi todos los alumnos? —le pregunto, no entiendo nada. Habrá gente con la que no te lleves bien, pero no que no te "acojan" sin conocerte.
Abre la boca para contestar, pero aparece una rubia de ojos castaños seguida de su grupo de amigos por detrás de ella y le pone la mano en el hombro. Lleva las uñas perfectas, de gel y con la manicura francesa. Parece una muñeca.
—Vaya, vaya —tiene la sonrisa más falsa que haya visto jamás—. ¿Ya tienes amigos?
Lucía baja la mirada y se encoge de hombros, como si le tuviera miedo.
—Yo soy Marina. No te juntes con esta —señala a Lucía— si no quieres acabar mal.
Menuda imbécil.
—Creo que sé con quién tengo que juntarme —le espeto—. Gracias.
La tal Marina se acicala el pelo, se lo ahueca y me mira con aire de superioridad:
—Solamente te estoy avisando, monina —y se marcha con sus amigos a reírse de otra chica.
¿Monina? ¿Quién coño utiliza esa palabra teniendo dieciséis años? ¿Y quién se cree que es para amenazar e insultar así a la gente?
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Mientras vivimos, vivamos.
RomancePatricia, una adolescente que proviene de familia rica y que siempre está de mudanzas debido al trabajo de su padre, conoce a Auden, un joven de su misma edad que se dedica a tocar música en la calle para ganarse la vida. Ella y él pasan tiempo junt...