Capítulo 8

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Regresaban a esa rutina, a su trabajo. En la oficina nada cambió. Debían mantenerse como si nada hubiese pasado, pues la relación laboral era estricta y al salir de la oficina era apenas un poco diferente. A pesar de que traspasaron esa delgada línea entre lo emocional y físico, ellos no debían tener más que una relación laboral, así fue, era su secreto, incluso pudo ser considerado su pecado. Fue un inicio duro, pues el trabajo los separó. Llegaba el cansancio de aquella época problemática al final de año, la incursión de los hijos de Giotto para que empezaran a acostumbrarse al ámbito empresarial que heredarían

El veneno de cierta mujer de mirada azulina implantada en uno de los hijos afectó al castaño, quien, de nuevo, en silencio, aguantó ese rencor. Tsuna podía defenderse solo, era capaz de enfrentar el odio en la mirada de ese hombre que sería su superior en un futuro cercano. El objetivo de Tsuna seguía siendo el mismo, cuidar la sonrisa de su ahora amante en las sombras. Pocas eran las veces que lograba verse con Giotto en privacidad, consolidad su amor, hablar de ellos mismos, pero valía la pena, pues no estaba dispuesto a dejarlo así



—aléjate de mi padre. Acabaste con un matrimonio de años. Te haré la vida imposible



Tsuna ignoró las amenazas del menor de los hijos de Giotto y por el contrario, enfrentó al par de hermanos directamente. El castaño se empeñó en demostrarles lo que valía, su trabajo perfecto, su desempeño excepcional, su sonrisa amable y por sobre todas las cosas, su ayuda incondicional. Ellos no tenían francos por donde atacarlo. Tsuna los haría rendirse, aunque tardara años

Cierto día, el hijo menor, quien había sido envenenado por su madre, atacaba a Tsuna en las escaleras de emergencia. Usaba palabras vulgares, insultos, acusaciones sin fundamentos, pero fue detenido. El propio padre se encargó de detener esa absurda situación. Con voz firme, mirada furiosa, órdenes directas, calló a ese hijo insolente y defendió al castaño, que, para esa época, ya había ganado el respeto del mayor descendiente de Giotto. Tsuna estaba consciente de que eso fue suficiente. Tener el respeto de uno de aquellos hijos que vivían bajo los engaños de una madre avariciosa, bastaba. Con la frente en alto, pues a ningún momento hizo algo malo, encaró al faltante



—si soy amante de su padre o no, es mi problema. Nunca falté a mis principios... hay un detalle que su madre no mencionó, pero que me veo en la obligación de comunicarle... yo intenté salvar ese matrimonio y fue Violet-san quien se negó a recibir ayuda — el muchacho gritó, peleó, hizo un escándalo, pero las palabras de Tsuna lo callaron — disculpe si soy irrespetuoso, pero al parecer está igual de podrido que su madre. No tengo por qué aguantar sus actos infantiles, así que presentaré mi renuncia y se liberará de mi presencia en esta oficina... pero fuera de aquí soy libre de hacer lo que me plazca



Tsuna cumplió su palabra y al siguiente día, tras recoger sus cosas, despedirse de todos, servirle el bocadillo de media mañana a su jefe rubio, sonriendo al mayor de los hijos e ignorando al menor, se fue. Lo hizo con la frente en alto y con una enorme sonrisa, pues era libre. Giotto no dijo nada, aceptó esa pérdida, buscó un reemplazo y siguió con su vida. Aunque extrañara esa sonrisa y esa mirada chocolate llena de dulzura en su oficina, era mejor así



Libre...



Libertad traducida en felicidad. Sin nadie que les prohíba nada, pasada la tormenta, forjándose sus nuevos caminos y podían disfrutar de su relación a la vista de todos. Ignorando los rechazos por parte de muchos, viviendo una vida de pareja. Las visitas de Giotto al departamento de Tsuna eran constantes, las salidas o viajes juntos eran pocas, pero lo hacían y a pesar de las rabietas del hijo menor, no lograron separar al par de amantes



Lágrimas de purezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora