Capítulo 4

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Giotto se había quedado dormido, apoyando su cabeza en el cristal, pues estaba cansado. Cuando sus ojos se abrieron, sólo vio el vacío de su auto. La caricia en su cabello ya no estaba, sintió desesperación, buscó con su mirada a su acompañante en cada rincón, se detuvo solo cuando la puerta se abrió. El rubio podía ver la oscuridad y a su joven secretario ingresar sosteniendo dos expresos. Observó esa sonrisa opacada por el rojizo de las mejillas y nariz del castaño. Era increíble que el día nefasto se terminara y ellos ni siquiera dijeran una palabra



—¿estás bien? – Giotto fue quien soltó los primeros sonidos, observando de reojo a su acompañante

—eso debería preguntar yo – sostenía el café entre sus manos, hacía frío. Cuando su jefe se había calmado, se había quedado dormido apoyado en el incómodo volante. Tsuna lo acomodó con gentileza, el dolor en el rostro del rubio era demasiado para el castaño, se sentía culpable, aunque estaba consciente de que no hizo nada malo. Solo se quedó allí observándolo en silencio hasta que incluso el sueño también ganó batalla en su cuerpo – ¿cómo se siente Giotto-san?

—traicionado – susurró suspirando y bebiendo el café. Su mirada al frente, en la calle solitaria, admirando apenas la luz de las pocas tiendas de la zona – pero supongo que ya me lo esperaba

—lo lamento

—no te disculpes

—yo quise... intenté hacer que su esposa reaccionara, pero fallé. Lo lamento mucho – jugaba con sus dedos mientras hablaba. Ahora estaba calmado, pero no sabía muy bien cómo actuar

—no debiste ocultar nada de eso

—usted no me hubiese creído, era feliz en su matrimonio y pudo parecer que estaba aprovechándome de la situación – en sus tantas meditaciones nocturnas había llegado a esa conclusión. Esa mujer se aprovechaba de eso para mantener el secreto, después de todo se suponía que era un matrimonio estable. Si algo hubiese sido revelado, el que hubiese sido arruinado sería Tsuna

—puede ser – para ser sincero jamás hubiese creído que su mujer era una traidora, incluso si el mismo Tsuna se lo hubiese dicho. Si no lo hubiese vivido directamente, seguiría sumergido en la negación

—yo solo quise evitarle este dolor innecesario

—era inevitable – ¿cuantas veces sospechó de algo así, pero decidió tapar sus ojos? Pero en cuanto vio a su secretario empezar a actuar un poco diferente, a lucir un poco triste, a llegar el lunes y verlo demasiado tenso. Giotto ni siquiera supo por qué lo siguió esos días... tal vez por preocupación o simple curiosidad

—yo solo quiero que usted sea feliz

—con una traición de ese tipo, jamás lo sería – la vida era dura y para un hombre de su edad, un golpe de esa magnitud podría derrumbarlo, pero por alguna razón se sentía un poco aliviado

—fui muy idiota – Tsuna sonrió con melancolía, recordaba las palabras de sus amigos. Ellos tenían razón al decir que pecaba de buena persona

—fuiste ingenuo y un poco torpe – no pudo evitar reírse bajito contagiando a su acompañante. Al menos así el ambiente nefasto, cambió

—yo solo quería verlo sonreír – era gracioso que siguiera repitiendo eso una y otra vez. Se había vuelto algo así como una ley en su vida

—¿qué te gusta de mí?... no logro imaginarme que ves en este viejo – admiró el techo mientras esperaba una respuesta. Tenía esa curiosidad desde hace tiempo y aunque no fuese el mejor momento, solo quería quitarse el dolor en su pecho. Tal vez solo quería escuchar algo que lo reconfortara, que le subiera el ánimo

—sinceridad, amabilidad, responsabilidad – aunque lo tomaron por sorpresa no dudó en responder. Muchas veces sus amigos le hicieron la misma pregunta, hasta se lo sabía de memoria, aunque en ocasiones aumentaba algo más

—¿todo lo terminado en "bilidad"? – rieron juntos por la pequeña broma

—su sonrisa... aunque no sea dirigida a mí, su sonrisa es bella – suspiró mientras veía el cielo oscuro. Seguía soltando la verdad – sus palabras suaves, la lealtad... la calma que me transmite y, sobre todo, el color de sus ojos

—¿solo eso? – estaba sorprendido, ni siquiera su esposa o alguna de sus antiguas parejas le había dicho tanto. Su autoestima estaba recuperada de pronto

—cuando se enfada o desespera, usted chasquea su lengua o muerde la punta de su bolígrafo... cuando está concentrado, juega con un mechón de su cabello. Eso me gusta también – Tsuna no podía evitar sonreír y seguramente tenía un leve sonrojo. Decirle todo eso a la persona que amaba, era realmente vergonzoso

—jamás había escuchado esas cosas – sonrió con sutileza – te fijas en todo

—es porque usted me gusta – susurró avergonzado sintiendo sus mejillas arderle un poco más – creo que soy de esas personas que aprecia cada pequeño detalle

—deberías buscar a alguien más joven

—lo intenté – confesó sin darse cuenta que el mayor lo observó con detenimiento – pero no es fácil, mejor dicho, es imposible – Giotto se sintió celoso por aquellas personas que intentaron entrar en el corazón de su secretario. Una persona tan pura como para buscar la felicidad ajena en vez de la suya, era... único

—Tsuna, yo... — se sentía conmovido y hasta un poco... feliz

—no me aprovecharé de la situación – lo interrumpió. Pudo tomar todo eso a su favor, pero no era esa clase de persona. El castaño quería avanzar sin sentirse el segundo plato de nadie, a pesar de todo, tenía su orgullo latente – lo apoyaré en todo este proceso y cuando usted haya superado este dolor... intentaré que me mire

—tal vez no lo haga – no podía darle falsas esperanzas, no quería dañarlo – muchos años de matrimonio, una familia, los años de mi vida sobre mis hombros... Tsuna-kun, busca a otra persona

—no quiero hacerlo, Giotto-san



El más joven era terco de verdad, pero a Giotto lo llenó de emoción. Tal vez era como una pequeña medicina para esa herida reciente, pero el sentirse apreciado por un jovencito, era agradable, subía su ego, subía su ánimo, aunque también sentía un poco de culpa porque sabía que era incorrecto darle falsas esperanzas

Esa noche no dijo nada más, dejó al castaño en su casa, él se marchó a la suya. Sus hijos le esperaban en la sala, pero no quiso discutir mucho con ellos. Les resumió todo evitando descripciones desagradables. Relató, desde que descubrió algo sospechoso hasta ese día y cómo decidió dejar a Violet en la calle. No esperó queja alguna, no quería escuchar nada y se retiró a su cuarto, se lanzó a su cama, admiró el techo y se quedó allí por horas. Después se dio un baño y al vestirse solo podía perderse en el vacío del armario. En el fondo ya esperaba eso, pero aun así dolía... ahora estaba solo en aquella enorme habitación...



Continuará...



Notas finales:

Hoy estoy de buen humor y vengo a dejarles esto justo antes de irme a hacer tareas :v

Muchas gracias por leer~

Muchos besos~

Lágrimas de purezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora